La presentación y debate de “El mundo que nos viene”, de Josep Piqué, en conversación con Valentí Puig, sirve para hacer un análisis detallado de la geopolítica global actual y de los riesgos y amenazas, pero también las esperanzas, que tenemos / tendremos que afrontar en el siglo XXI.
El autor, analizando el innegable e irreversible cambio del pivote estratégico del mundo, defiende lo que llama la síntesis neo-occidental: el mundo no tendería hacia la clásica sustitución conflictiva de una potencia decadente por otra emergente, sino hacia un nuevo orden en el que la pujanza económica y demográfica oriental coexistirían con los actuales valores y reglas del juego del mundo occidental. Y pone en evidencia una “Europa dividida entre los países pequeños y los que aún no han asumido que son pequeños. Si no volvemos a la construcción política basada en la solidaridad y con la sintonía necesaria entre Francia y Alemania, no avanzaremos” o una Rusia resurgida que mantiene una relación con China “intensísima, pero con intereses contradictorios: Rusia intenta ser una superpotencia sólo a través de su ambición histórica y su explotación de hidrocarburos, mientras que China está decidida a volver a ser lo que ha sido siempre, una potencia mundial, y la ruptura del G-7 de este pasado fin de semana es la mejor muestra”.
El mundo no tendería hacia la clásica sustitución conflictiva de una potencia decadente por otra emergente, sino hacia un nuevo orden en el que la pujanza económica y demográfica oriental coexistirían con los actuales valores y reglas del juego del mundo occidental.
Todos ellos ejemplos de una realidad enormemente cambiante y compleja, llena de incertidumbres. Pero también ejemplos claros de la venganza de la geopolítica, de una geografía que siempre está presente y de una historia que siempre acaba por volver.