El auge del proteccionismo y la redefinición de las reglas del comercio mundial han marcado un punto de inflexión en la economía global. Las políticas arancelarias impulsadas por la administración Trump han abierto una nueva etapa en las relaciones comerciales internacionales, con efectos tangibles en Europa, España y Cataluña. Para analizar este nuevo escenario, hemos organizado una nueva sesión del ciclo Actualidad en Cercle con Ignacio García Bercero, uno de los mayores especialistas europeos en comercio exterior y actualmente Senior Fellow en Bruegel, y Joan Tristany, director general de AMEC. Moderada por el director general del Cercle d’Economia, Miquel Nadal, en la sesión se ha analizado el acuerdo comercial entre la Unión Europea y Estados Unidos, su impacto sobre las empresas españolas y catalanas y las dinámicas comerciales globales que están reconfigurando el sistema internacional.

Ignacio García Bercero ha iniciado la sesión enmarcando el contexto: Estados Unidos (EE. UU.) ha logrado cerrar acuerdos o treguas comerciales con la Unión Europea (UE), el Reino Unido, Suiza, países del Indo-Pacífico y varias economías latinoamericanas, mientras mantiene una situación complicada con India, Brasil, Sudáfrica y los países del antiguo NAFTA.
A partir de este mapa, ha evaluado el acuerdo comercial UE-EE. UU. bajo tres criterios: aranceles, compromiso de inversiones y regulación. Según García Bercero, los aranceles negociados por Bruselas —del 15%— son comparables a los alcanzados por otros socios, aunque “con problemas significativos en algunos materiales industriales”. En cambio, los compromisos de inversión son “claramente no vinculantes, compromisos de papel”, muy alejados de los que sí aceptaron Japón o Corea. En el ámbito regulatorio, ha destacado que “no hay nada que comprometa la autonomía reglamentaria europea”, a diferencia de otros acuerdos que sí incluyen reconocimiento de estándares estadounidenses.
García Bercero ha sido claro: “A nivel económico no es un buen acuerdo, pero es más o menos tolerable. El verdadero coste ha sido político: se ha proyectado una imagen de debilidad.” Además, ha recordado que el acuerdo es “ilegal según la normativa de la OMC”, subrayando la erosión del sistema multilateral.
García Bercero, con más de 35 años en la Comisión Europea y jefe negociador de la Unión Europea en grandes acuerdos comerciales, ha lamentado que Bruselas no empleara una estrategia más firme. “El momento clave fue el día después del anuncio de aranceles recíprocos: la UE no tenía estrategia de represalia”, ha explicado. Ha descrito dos caminos alternativos que habrían sido viables. Por un lado, mantener las medidas de retorsión, especialmente en el acero, coordinando con los Estados miembros un mecanismo automático de respuesta. Y por otro, convertirse en el defensor activo del multilateralismo, presentando un caso ante la OMC junto a Canadá, Japón y Corea.
“Hoy pienso que esta habría sido la mejor opción. Habría reforzado nuestra posición y la imagen de la UE en el sistema multilateral”, ha afirmado.

La Comisión Europea trabaja para mejorar el acuerdo, especialmente en acero y aluminio, aunque García Bercero se ha mostrado “muy pesimista a corto plazo”. Se ha mostrado convencido de que Estados Unidos no cederá sin algo a cambio, y que el Parlamento Europeo no tomará una posición definitiva hasta 2026.
Además, se espera que el Tribunal Supremo de Estados Unidos dictamine esta primavera sobre la constitucionalidad de los aranceles basados en legislación de emergencia. “Todo apunta a que dirá que no”, ha apuntado. Si esto ocurre, los aranceles recíprocos desaparecerán.
Ese fallo, combinado con la subida de la inflación y las elecciones de mitad de mandato en 2026, podría abrir una oportunidad clave: “Ahí quizá habría margen para negociar una mejora relativa del acuerdo y garantizar estabilidad hasta el final de la administración Trump”, ha concluido.
Sobre la relación comercial entre Estados Unidos y China, García Bercero ha anticipado un acercamiento: “Mi previsión es que en primavera Trump viajará a China para firmar un acuerdo. A ambas partes les interesa estabilizar la relación”. Según García Bercero, la prioridad de la administración Trump es sellar un pacto presentable al sector agrícola estadounidense, mientras que China no tiene interés en un conflicto prolongado dada su situación económica.

El director general de AMEC, Joan Tristany, ha aportado la visión empresarial. Aunque las exportaciones totales a Estados Unidos representan apenas el 4%, Tristany ha matizado que “hay sectores para los que el mercado estadounidense supone entre el 15% y el 20% de sus ventas”. También ha añadido que se trata de un mercado de alto margen, prioritario desde hace una década en los análisis de AMEC.
Tristany ha apuntado que Estados Unidos es, además, el país donde más filiales tienen las empresas asociadas a AMEC y está entre sus principales proveedores. “A ello se suma el impacto indirecto: muchas compañías españolas venden a empresas europeas cuyos productos terminan en EE.UU.”, ha asegurado.
Tristany ha advertido sobre la creciente incertidumbre derivada de las nuevas investigaciones arancelarias estadounidenses, especialmente en acero y aluminio: “La incertidumbre ha vuelto con fuerza. Las empresas ya no analizan solo la ley, sino también cómo interpreta cada puerto aduanero estadounidense los mismos criterios”.
Según el director general de AMEC, el caso de México, destino relevante para la industria catalana y española, añade complejidad: “las exportaciones han caído más hacia México que hacia EE.UU., afectadas por la revisión de los acuerdos comerciales norteamericanos”.
Pese a este escenario, Tristany ha defendido que “las empresas diversifican, pero también tienen que defender el mercado estadounidense”, dada su relevancia estratégica.
Ambos ponentes han coincidido en que China se ha convertido en el actor determinante del nuevo tablero comercial. La sobrecapacidad productiva china, especialmente en automoción, está presionando a las empresas europeas. Tristany ha advertido: “Europa ya no negocia desde una posición de fuerza. Hemos pasado de estar en ofensiva comercial hace diez años a adoptar una postura defensiva”. García Bercero ha insistido en que encerrarse en el mercado interior sería un error: “Si nos protegemos únicamente hacia dentro, perderemos frente a EE. UU. y China”. Ante ello, ha propuesto usar con mayor ambición instrumentos compatibles con la OMC: investigaciones antisubvención, antidumping y salvaguardias, el mecanismo más ágil y menos utilizado por la UE.
Los ponentes coincidieron en que la pandemia y los aranceles de Trump han acelerado la crisis del sistema multilateral. García Bercero ha advertido: “El multilateralismo no es una abstracción: depende de lo que hagan los Estados. Si la UE abandona ese terreno, el sistema se desmorona”. Pese al contexto difícil, existe margen: los acuerdos con Mercosur e India avanzan, y se está promoviendo un diálogo renovado con socios del Indo-Pacífico para reformular el sistema comercial internacional. Joan Tristany ha cerrado con una reflexión estratégica: “trabajar por el multilateralismo es fundamental. Las empresas lo necesitan y Europa también.”