
El Cercle d’Economia, junto con CIDOB, ofrece cada mes un análisis breve de la situación geopolítica global.

Alto al fuego entre Israel y Hamas. La noticia más significativa del mes es sin duda el alto al fuego acordado entre Israel y Hamas, bajo mediación de Trump, para poner fin a los bombardeos en la Franja de Gaza, la entrada de ayuda humanitaria y el intercambio de los rehenes israelíes por prisioneros palestinos. Pese a la grandilocuencia de Trump al presentar este acuerdo de alto al fuego como un plan de paz para la región, son muchos los interrogantes para la puesta en marcha de las fases posteriores del plan. Una vez alcanzado el alto al fuego y devueltos los rehenes (vivos y muertos, algo, esto último, que Hamas dice no estar en disposición de cumplir por la destrucción de la Franja y porque no está claro que todos los cuerpos estén en sus manos), Hamas debería desarmarse y ceder el control de Gaza a una fuerza de estabilización internacional y a un gobierno tecnocrático, cuyo comité presidiría Trump con la participación de Tony Blair. También Israel debería retirarse gradualmente de la Franja y preverse el avance hacia un estado palestino. Revive así la solución de dos estados, algo de lo que el mismo Trump dudaba hasta que los países árabes y del Golfo lo pusieron como condición para su apoyo al plan. Si se mantiene el alto al fuego, e Israel no se considera legitimado para reanudar los ataques si no se entregan todos los cuerpos, una solución duradera para la región estará llena de piedras en el camino.
Trump ha ejercido una presión sobre Netanyahu que Biden nunca osó ejercer. En parte porque vio cómo se tambaleaban sus intereses y los de la familia Trump en la región -y en Qatar en particular- tras el intento de asesinato de líderes de Hamas exiliados en este país. La visión a largo plazo para la región sigue pasando por los Acuerdos de Abraham, ideados por el yerno de Trump, Jared Kushner, y que ofrecen suculentas perspectivas de negocios tras la normalización de relaciones entre los países árabes e Israel. Menos claro está que Hamas acepte desarmarse y perder el control de la Franja, que se den pasos adelante para una solución también en Cisjordania y Jerusalén Este, o que Netanyahu sea un interlocutor válido a este fin, en particular dada la presión de sus ministros más radicales, Smotrich y Ben Gvir, que amenazan con hacer caer al gobierno antes de las elecciones generales de octubre de 2026.
La política exterior performativa de Trump. Motivado por réditos familiares y un personalismo exacerbado, Trump ha conseguido detener la guerra en Gaza tras dos años de desmesurada reacción israelí tras los ataques del 7 de octubre. Palabras grandilocuentes ("han tenido que pasar 3.000 años " gracias a su intervención para lograr la paz) son muestra de una política performativa que tuvo en la cumbre de Sharm-el-Sheij del 9 de octubre su expresión más representativa. Más de una veintena de líderes mundiales acompañaron a Trump en una puesta en escena que validó su plan como una suerte de contribución decisiva para la paz mundial, sin cuestionar la falta de concreción de sus propósitos más ambiciosos. Nadie osaría decir al emperador que va desnudo, también por la dependencia que países europeos y árabes mantienen respecto a Estados Unidos. Se ha normalizado una manera de hacer política que pasa por marcos discursivos en "news cycles" incesantes, y que deja atrás prácticas diplomáticas convencionales como la mediación entre las partes en conflicto o la cocción a fuego lento y a puerta cerrada de negociaciones complejas.
En la Knesset Trump congratuló a Netanyahu por haber hecho buen uso de las armas estadounidenses más letales en Gaza y solicitó al presidente de Israel su absolución de los juicios pendientes por corrupción. Trump y Netanyahu comparten la máxima de "peace through strength", al precio que sea necesario. Reforzar políticamente a Netanyahu en su difícil contexto interno fue la baza que utilizó Trump para sacar adelante su plan de paz. El próximo hito de esta manera de ejercer la política exterior pasará por Budapest, donde Trump se reunirá con Putin hospedados por Orbán. Tres hombres fuertes que entienden la política internacional como la extensión de su personalismo y golpes de efecto.
También podrían interpretarse los ataques norteamericanos a narcolanchas venezolanas como ejemplo de la política performativa de Trump, basada en la mano dura frente a la llegada de droga e inmigración (Trump acusa a Maduro de vaciar cárceles venezolanas para enviar migrantes a Estados Unidos). Trump, que se vanagloria de no inmiscuir a su país en conflictos extraterritoriales puede sin embargo estar persiguiendo un objetivo de largo alcance y que retomaría la senda de una política exterior intervencionista: la presión al gobierno de Maduro para promover un cambio de régimen en Venezuela. Las últimas informaciones revelan que Trump habría dado autorización a la CIA para cometer actos contra Maduro y su gobierno.
Trump y Palestina en la Asamblea General de Naciones Unidas. El personalismo de Trump contrasta con la institucionalidad de la Asamblea General de Naciones Unidas. Ante el atril Trump hizo una crítica generalizada de la institución, acusándola de inútil e ineficiente ("He puesto fin a siete guerras, he tratado con los líderes de todos y cada uno de estos países y nunca he recibido ni siquiera una llamada telefónica de las Naciones Unidas". "Lo único que obtuve fue una escalera mecánica que, al subir, se detuvo justo en el medio", declaró). La 80ª sesión de la UNGA estuvo marcada por el reconocimiento del estado de Palestina por más países, como Francia, Reino Unido o Canadá, y por la promesa de Japón, Países Bajos y Dinamarca de hacerlo más adelante. Hasta un total de 156, el 80% de los países miembros de la organización, reconocen hoy a Palestina como estado, pese a que Trump no permitió la entrada en territorio estadounidense de esta delegación ni permitió el reconocimiento formal de Palestina como miembro de pleno derecho en el Consejo de Seguridad.
La política francesa en caída libre. El gobierno francés ha caído ya en tres ocasiones, con cinco primeros ministros, al no lograrse un acuerdo sobre el presupuesto nacional. Tras las elecciones anticipadas del año pasado, la Asamblea Nacional no ha logrado construir una coalición estable y permanece dividida en tres bloques de igual peso. Lecornu, la última opción de Macron para primer ministro, solo duró 14 horas en el poder para ser nombrado candidato de nuevo. La principal prioridad de Charles de Gaulle con la Quinta República era establecer un sistema político estable. Los partidos no tienen hoy interés en llegar a acuerdos institucionales y calculan la mejor manera de posicionarse para las próximas elecciones presidenciales. Rassemblement Nacional escala posiciones en las encuestas para unas nuevas elecciones legislativas anticipadas o las presidenciales de 2027 (las cifras oscilan en el 34% para RN, 24% para el Nuevo Frente Popular y 15% para el partido de Macron). Francia tiene actualmente una deuda de 3,4 billones de euros y un déficit presupuestario del 5,4 % del PIB para este año. Se espera que el PIB sólo crezca un 0,2 %. El coste de asegurar la deuda francesa es el mismo que en Italia. Los bonos del gobierno están a la par con los de julio de 2012, durante la fase aguda de la crisis de deuda en la eurozona. Francia ha experimentado el mayor aumento del riesgo país entre los principales mercados desde las elecciones del año pasado, según Goldman Sachs. ¿Podría ser todo ello el prolegómeno de la Sexta República?
Las revueltas de la GenZ. El estallido mundial de manifestaciones juveniles, bautizadas como "las protestas de la Generación Z", está desplazando la disidencia digital al mundo real. Extendiéndose por Nepal, Bangladesh, Kenia, Marruecos, Madagascar, Paraguay, Filipinas, Indonesia y Perú, los jóvenes protestan contra la corrupción, la marginación y la creciente desigualdad. A pesar de sucederse en diversos contextos nacionales, el descontento entre esta generación parece estar alcanzando un punto crítico, en particular en el sur global. En Nepal, las protestas que comenzaron contra la prohibición en redes sociales se convirtieron en movimientos contra la corrupción en el país y terminaron derrocando al primer ministro en 48 horas (además de asaltar el Parlamento). En Indonesia, las protestas violentas generalizadas por la mala gestión de los fondos públicos y los generosos beneficios de los ministros llevaron al despido de varios de ellos. En Madagascar, tras cortes diarios de electricidad y agua, los manifestantes exigen un cambio de liderazgo y la lucha contra la corrupción. En Marruecos (GenZ 212), el descontento por las desigualdades sociales y las inversiones para el Mundial de Fútbol de 2030, alimentan protestas que exigen mejor salud pública, educación y justicia social. En Perú, lo que comenzaron como protestas contra la reforma de las pensiones se convirtieron en denuncias contra la corrupción y desembocaron en la renuncia de la presidenta Dina Boluarte.
Durante las revueltas, la generación joven se ha movilizado en línea utilizando redes sociales como TikTok, Instagram o aplicaciones de juegos como Discord, productos de internet representativos de una nueva cultura popular con poder unificador. Símbolos virales de resistencia se extienden en las protestas, el más notable "Jolly Roger" de la serie de manga japonesa One-Piece, que representa la libertad, la elección individual y la lucha contra la autoridad. Los jóvenes se coordinan en tiempo real y gracias al intercambio de información en línea. Las protestas juveniles se están interpretando a la luz de las primaveras árabes de la década de 2010, y expresan una frustración y descontento generalizado por la corrupción, el autoritarismo, las dificultades económicas y la mala gobernanza en diversos países.
A cargo de Pol Morillas, director del CIDOB y miembro de la Junta Directiva del Cercle d'Economia