El Cercle d’Economia, junto con CIDOB, ofrece cada mes un análisis breve de la situación geopolítica global.
La onda expansiva del 7 de octubre. Cae el régimen de Al Assad en Siria y entra en vigor una tregua entre Hezbollah e Israel en el Líbano. Ambos desarrollos forman parte de las consecuencias del 7 de octubre, las ofensivas en Gaza y Líbano y la confrontación entre Israel e Irán. Tras 50 años de predominio de la dinastía Al Assad en Siria (y casi 25 del propio Bashir Al Assad), los insurgentes liderados por la milicia Hayat Tahrir al-Sham consiguieron derrocar el régimen de Al Assad, que ha huido a Moscú, su principal valedor, y tomar el control de las principales ciudades del país en un tiempo récord. Nadie preveía unos acontecimientos tan rápidos, pero distintos factores explican el derrocamiento del régimen: en primer lugar, la resistencia a la dictadura de Al Assad llevaba tiempo gestándose, por lo menos desde las primaveras árabes de 2011. El régimen de Al Assad ha sido de los más sangrientos y brutales de la región, con cerca de medio millón de víctimas civiles a sus espaldas. En segundo lugar, el principal valedor del régimen, Irán, se encuentra en horas bajas dados los esfuerzos por mantener vivas las ofensivas de sus aliados regionales, Hezbollah en el Líbano y Hamás en Gaza. Su debilitamiento tras las guerras con Israel ha hecho posible también la caída de su aliado Al Assad en Siria. En tercero, Rusia ha mostrado ser una potencia con acción global limitada. Centrada en la ofensiva de Ucrania durante casi tres años, su capacidad de apoyar a regímenes amigos en Siria o en el Sahel es relativa, y más bien ha optado por dejar caer al régimen de Al Assad tan pronto como ha mostrado tener pies de barro. Finalmente, Turquía se perfila como la potencia regional ganadora, tras años de apoyo a las facciones rebeldes en Siria y alta capacidad de incidencia en las dinámicas regionales.
Queda por ver cuán ordenado podrá ser el tránsito de poder en Siria, cuán inclusivo será el nuevo gobierno, si serán capaces las distintas facciones de aunar posiciones más allá de la voluntad compartida de hacer caer a Al Assad, y si la caída del régimen es una señal ineludible del cambio de orden regional en Oriente Medio, tras el debilitamiento del eje de la resistencia, la pérdida de influencia de Rusia, el reforzamiento de Turquía y la nueva posición de la Casa Blanca y su alianza con Netanyahu en Israel.
Por otro lado, el alto al fuego entre Israel y Hezbollah acordado pocos días antes se basa en la retirada de las tropas israelíes del sur del Líbano a cambio del retroceso de las posiciones de las tropas de Hezbollah al norte del río Litani. Esto permitiría el regreso de los desplazados en ambos lados de la frontera y la creación de una zona de seguridad, donde el ejército regular del Líbano debería volver a tomar posiciones. Unos 5.000 efectivos deberían ser capaces de contrarrestar la tradicional presencia de Hezbollah en el sur del país. Los enfrentamientos han sido menores desde el acuerdo de alto al fuego, pero se trata de una paz frágil a la espera de los desarrollos en la región, con la llegada de Trump a la Casa Blanca y el posicionamiento de Irán como artífice del "eje de la resistencia", ciertamente debilitado tras la ofensiva israelí en Gaza y Líbano y con la caída de Al Assad en Siria.
Error marcial en Corea del Sur. Probablemente se trate de la ley marcial promulgada y retirada con un menor lapso de tiempo. Según el presidente, Yoon Suk Yeol, las autoridades civiles del país eran incapaces de funcionar dada la cercanía de la oposición al régimen de Corea del Norte. Ni los ciudadanos ni un amplio arco parlamentario comulgaron con la idea, y tras masivas protestas en las calles y la consecución de una mayoría parlamentaria incluyendo votos del partido del gobierno, la ley marcial fue revocada por el Parlamento. El presidente se enfrenta a crecientes presiones desde sus propias filas y las de la oposición, que han pedido su dimisión y han intentado, sin éxito por el momento, un proceso de destitución. Las tasas de aprobación del presidente están por debajo del 20%.
La declaración de la ley marcial ha supuesto un duro golpe a la democracia de la que hace bandera Corea del Sur, en comparación con otros países de la región. Seúl albergó la tercera cumbre de las democracias, la iniciativa de la administración Biden para luchar contra los modelos de China, Rusia y otras potencias autoritarias en auge. La aproximación a Corea del Norte bajo la presidencia de Yoon Suk Yeol se ha basado en el avance de la democratización del Norte como garantía de una paz duradera entre ambas Coreas. Como bandera, el progreso del Sur hacia la estabilidad y la proyección regional sobre la base de la democracia y la política liberal. Todos estos postulados se ven cuestionados con la decisión del presidente Yoon Suk Yeol de recurrir a la ley marcial como garantía para la estabilidad, y pone en entredicho la fortaleza de las instituciones civiles del país. Corea del Norte y China miran con interés la desestabilización de su enemigo, y argumentan que el recurso al uso de la fuerza no es propio solamente de sus regímenes. La estrategia estadounidense de aliarse con los países like-minded de la región, Japón y Corea del Sur principalmente, puede ser otra víctima colateral de la crisis iniciada por Yoon Suk Yeol.
Cae el gobierno en Francia. Michel Barnier hizo de la unidad europea la receta de éxito para gestionar el Brexit, pero terminará su carrera política como víctima de la polarización política francesa. Con su dimisión, Barnier se ha convertido en el primer ministro más efímero de la quinta república, y su gobierno no ha podido llegar a los 100 días. Francia entra en un período de inestabilidad política que puede alargarse hasta 2027, cuando deberían celebrarse elecciones presidenciales. La arriesgada apuesta de Macron de dar la llave de gobierno al cuarto partido en escaños de la Asamblea Nacional ha desembocado en un amplio frente de rechazo al gobierno Barnier, pero que debe leerse en clave de severo castigo al propio Macron. Le Pen (segundo grupo parlamentario y ganadora de las últimas elecciones europeas) ha condicionado la dinámica parlamentaria de los últimos meses, a la espera de hacer caer el gobierno lo antes posible. El bloque de izquierda, ganador de las últimas elecciones legislativas, ha optado por dinamitar desde el principio la propuesta de Macron. Ambos grupos han unido sus votos en la moción de censura a Barnier.
Se abren ahora tres escenarios, descartada la dimisión del presidente francés: la estabilidad precaria de un nuevo gobierno que podría tratar de aprobar un nuevo marco presupuestario, la convocatoria de nuevas elecciones bajo un gobierno tecnocrático (no antes de julio de 2024 por mandato constitucional), o el acercamiento de Macron al bloque de izquierda, con la cohabitación con un primer ministro alejado de las tesis de Melenchon como horizonte hasta 2027. Mientras tanto, la popularidad de Macron desciende a marchas forzadas: más de un 60% de los franceses hubiesen deseado su dimisión y su nivel de aceptación está en el 26%. La situación económica del país (más del 6% de déficit) preocupa también a las autoridades de Bruselas, en un contexto de austeridad y política fiscal restrictiva, y a las agencias de rating, que pueden castigar los altos niveles de endeudamiento público.
Georgia, en pie. Si algo teme Rusia son las revoluciones de colores protagonizadas por los ciudadanos de los países que Moscú pretende que sean parte de su esfera de influencia. Las manifestaciones en Georgia bien podrían convertirse en un jaque al gobierno pro-ruso de Sueño Georgiano. Tras la adopción de una polémica medida de congelación de las negociaciones para adherirse a la UE hasta 2028, decenas de miles de personas han salido a las calles de las principales ciudades de Georgia para protestar contra la deriva anti-europea del gobierno y las irregularidades en las últimas elecciones parlamentarias. La oposición demanda la celebración de nuevas elecciones, argumentando que los observadores internacionales presenciaron diversas irregularidades en el transcurso de la jornada electoral. Los arrestos a miembros de la oposición y el endurecimiento de la represión por parte del gobierno de Sueño Georgiano han hecho aumentar la intensidad de las protestas. La oposición reclama un posicionamiento más decidido de la UE, absorta en sus propias contradicciones y debilidades internas. Francia y Alemania no están en disposición de liderar en este ni en cualquier otro asunto de la agenda europea, y esto se traduce, sumado al bloqueo de Orbán y otros socios, en una incapacidad de adoptar decisiones de calado, como serían la imposición de sanciones al gobierno de Sueño Georgiano o reconocer la ilegitimidad de las recientes elecciones.
Permacrisis. Este final de año está siendo testigo de la concatenación de crisis internacionales que hacen del mundo un lugar geopolíticamente inestable. Permacrisis fue elegida palabra del año en 2022, pero podría seguir siéndolo en 2024 y 2025. A las crisis anteriores se suma la anulación de las elecciones presidenciales en Rumanía, donde el candidato ultraderechista y próximo a Moscú, Calin Georgescu, debía disputarse con la pro-europea Elena Lasconi la segunda vuelta el domingo 8 de diciembre. El Constitucional rumano ha anulado la primera vuelta de las elecciones tras las evidencias de injerencias rusas y ataques híbridos en el proceso electoral, otra muestra más de la vulnerabilidad de Europa ante la capacidad desestabilizadora del Kremlin. El discurso nacionalista contra la idea de Europa encontró en la primera vuelta de las presidenciales otro candidato partidario de las tesis de Orbán, Fico, Meloni y otros tantos líderes de la Europa de los patriotas. Lasconi, candidata de centroderecha y con posibilidades de alcanzar el poder tras años de predominio del Partido Social Demócrata, ha criticado la repetición electoral, tras constatar que su candidatura podría haber aunado el voto contrario a Georgescu y, a su vez, representar un cambio de ciclo frente al desgastado partido de gobierno.
En América Latina, el acuerdo alcanzado entre la UE y Mercosur para establecer la zona de libre comercio más grande del mundo puede verse truncado durante el proceso de ratificación. El Consejo de la UE deberá alcanzar la mayoría cualificada (55% de los estados miembros -15 de 27, a la práctica- y que representen por lo menos al 65% de la población de la UE) para ratificar el acuerdo. Lo que debe ser leído como el mayor éxito del libre comercio en un contexto de amenazas de guerra comercial tras la vuelta de Trump a la Casa Blanca, no está ausente de cuestionamientos. Una Francia en grave crisis política ha criticado duramente el acuerdo, y otras capitales como Roma o Varsovia amenazan con alcanzar la minoría de bloqueo necesaria para hacer descarrilar el acuerdo. Se teme el impacto del acuerdo en el sector agrícola europeo: en Polonia, los agricultores ya criticaron duramente las facilidades dadas a las exportaciones agrícolas ucranianas, en Francia son constantes las movilizaciones del sector agrícola contra el gobierno de Macron, y La Liga de Mateo Salvini, socio de gobierno de Meloni, ya está capitalizando el malestar del campo italiano en su batalla contra la UE. En el Parlamento Europeo se requiere la mayoría simple para aprobar el acuerdo, pero la fragmentación actual de la cámara y el peso de las fuerzas euroescépticas tras las elecciones de junio hacen prever un resultado ajustado. España y Alemania, por su lado, celebran la consecución del acuerdo, el primero al ver reforzado el vínculo con América Latina tras años de liderar este frente en Bruselas, y Berlín necesitado de una vía de escape a su renqueante economía y a las tensiones proteccionistas globales.
Por Pol Morillas, Director del CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs) y miembro de la Junta Directiva del Cercle d'Economia