Las claves geopolíticas del mes. Octubre 2024

Todo sigue abierto en Estados Unidos y Oriente Próximo

El Cercle d’Economia, junto con CIDOB, ofrece cada mes un análisis breve de la situación geopolítica global.

Claves geopolíticas Octubre 2024 | Todo sigue abierto en Estados Unidos y Oriente Próximo

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Trump y Harris llegarán a las presidenciales del 5 de noviembre en empate técnico. Las sorpresas de la campaña (dos intentos de asesinato de Trump y el reemplazo, avanzada la carrera, de Biden por Harris) se han diluido en las encuestas. A menos que otro imprevisto cambie la situación, las encuestas señalan una ligera ventaja para Harris en voto popular (49 a 47 puntos a favor de la candidata demócrata). En el colegio electoral, la situación es más complicada. Harris va por detrás de Trump en 4 de los 7 estados bisagra, cuyos delegados serán decisivos para la elección del próximo presidente. Trump lidera en Wisconsin (10 representantes al Colegio Electoral), Georgia (16), Carolina del Norte (16) y Arizona (11), Harris en Nevada (6) y Pensilvania (19), y ambos empatan en Michigan (15), aunque todos los sondeos se sitúan en el margen de error y cambian día a día. Todos estos estados representan solamente al 18% de la población norteamericana, aunque puedan decidir la elección.

La campaña se está articulando en torno a dos temas clave: la economía y la inmigración. Ambos temas preocupan mucho más a los republicanos que a los demócratas. El 52% de los republicanos cita la inmigración como el principal problema del país. La diferencia entre votantes republicanos y demócratas preocupados por la inflación es de 37 puntos. Para los demócratas, en cambio, el principal problema es el gobierno de la nación y el liderazgo de Estados Unidos (28%). Estas cifras indican que, para Trump, es imprescindible trasladar que los precios siguen subiendo y que la economía va mal (por mucho que las cifras macroeconómicas indiquen lo contrario). También insiste en que la inmigración está fuera de control. Harris, en cambio, destaca el riesgo para la democracia que supondría la vuelta de Trump a la Casa Blanca y su coqueteo con el autoritarismo en América y el mundo.

Los asuntos de política internacional no están en el centro de los debates, pero las repercusiones de la guerra en Oriente Próximo pueden ser un elemento determinante el 5 de noviembre. Harris se juega el voto en estados donde la población afroamericana y musulmana es especialmente relevante, como en Michigan. Esta población se ha ido distanciando de los demócratas como consecuencia de la guerra de Gaza y la escalada regional de Israel. Trump sigue confiando en su capacidad de convencer al ciudadano blanco, de clase media trabajadora y con bajo nivel educativo de los estados del Cinturón del Óxido (Pensilvania, Michigan o Wisconsin), donde la subida de los precios y el estado de la economía, así como la inmigración, son temas centrales. No son descartables los escenarios de que no conozcamos el ganador de las elecciones hasta días después de la elección, o que la toma de posesión del nuevo presidente/a se produzca pasada la fecha prevista del 20 de enero. Trump puede no reconocer su derrota si es ajustada, pueden producirse de nuevo disturbios como los del 6 de enero de 2021 o, todavía más probable, uno u otro candidato pueden llevar el recuento de votos en estados clave al Tribunal Supremo. 

Repercusiones internacionales de las presidenciales americanas. La elección no se juega en clave internacional, pero las recetas de uno y otro candidato no pueden ser más distantes. Trump promete terminar con las guerras de Ucrania y de Oriente Próximo en 24 horas. Los términos serían sin duda favorables a Rusia, en un caso, y a Israel, en el otro. Con Trump, la imprevisibilidad y la transaccionalidad con “hombres y naciones fuertes” serán la norma de la nueva política exterior americana. En Europa, los líderes de la “Europa de las naciones” (fuerzas euroescépticas y de extrema derecha) verán reivindicada su ideología y no es descartable la visita de líderes como Viktor Orbán a Mar-a-Lago, tanto si Trump gana las elecciones como si no reconoce su derrota. Es muy probable que entre las primeras medidas de la administración Trump esté la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París (otra vez) y la congelación de las aportaciones a organizaciones del sistema de Naciones Unidas.

Harris se aferra a la política exterior convencional del partido demócrata y de la administración Biden, pero habrá diferencias significativas en caso de que sea la nueva inquilina de la Casa Blanca. La mentalidad de guerra fría de su antecesor estará menos presente en la formulación de la política exterior americana. El mundo ya no se dividirá entre democracias y regímenes autoritarios (si es que esta división tenía algún sentido para los intereses de la política exterior americana). La defensa del interés nacional primará en las alianzas de la administración Harris. Se promoverán acuerdos entre like-minded y para objetivos estratégicos compartidos, como es el caso del Aukus y el Quad en el Indo-pacífico para contrarrestar el auge de China. La agenda multilateral o de integración regional no serán las más prioritarias de la administración Harris, y en cambio se notará una apuesta decidida por los derechos de mujeres y minorías.

¿Guerra regional en Oriente Próximo? Nadie influye sobre Netanyahu. Es significativo que, pese a que Estados Unidos ostente todas las palancas de presión diplomática, militar y económica, la administración de Biden no pueda hacer nada para alterar la conducta de Netanyahu. En parte, la razón es la falta de estrategia regional de EEUU tras el fracaso de la apuesta por el reconocimiento de Israel por parte de los países árabes y la vuelta del conflicto palestino-israelí al centro de las dinámicas regionales, para el cual EEUU no tiene receta tras el fracaso de la iniciativa de Biden para un alto al fuego en Gaza. Ahora, la expansión de un conflicto regional en Oriente Próximo puede impactar directamente en los precios de la energía alrededor del mundo y hacer repuntar la inflación en Estados Unidos, más aún si Israel hace oídos sordos de las demandas de la administración norteamericana de no bombardear infraestructuras nucleares y petrolíferas iraníes. La principal damnificada sería Kamala Harris, y hay que recordar que la posibilidad de bombardeos israelíes sobre la industria del petróleo iraní ya hizo repuntar significativamente los precios del petróleo a principios de mes. Un ataque israelí a las refinerías y pozos de petróleo en el golfo pérsico probablemente haría que Irán ataque las infraestructuras petrolíferas de Arabia Saudí o Emiratos Árabes, con el consecuente repunte en los precios del petróleo en todo el mundo.

Netanyahu sigue surfeando la ola de popularidad que le han otorgado la ofensiva en Gaza y los ataques a Hezbollah en el Líbano. 41% de los israelíes creen ahora que es el líder más adecuado para encabezar el gobierno de Israel, cuando antes de la guerra sus índices de popularidad estaban en mínimos históricos. Más que escuchar las instrucciones de Washington, Netanyahu parece decidido a aprovechar el tiempo hasta el 5 de noviembre para profundizar una estrategia regional basada en decapitar las fuerzas del “eje de la resistencia” (Hamás y Hezbollah, sobre todo) y contrarrestar a un Irán incapaz de reaccionar (con una economía en horas bajas, una presión social interna alta y un liderazgo político cuestionado por los ayatolás). Israel opera también en el frente del Yemen con ataques a los rebeldes hutíes y a las rutas de transporte de armamento en Siria e Iraq. Una guerra a gran escala con Israel e Irán de protagonistas no es descartable.

La comunidad internacional, bloqueada. Los países árabes se movilizan alrededor de una propuesta saudí de reconocimiento de Israel a cambio del establecimiento del estado palestino, pero la situación sobre el terreno y la ambivalencia del mundo árabe respecto a Hamás y Hezbollah hacen difícil el avance. El sur global sigue refiriéndose a la guerra en Oriente Próximo como la evidencia más clara del doble rasero occidental, pero tampoco se erige como actor decisivo de nuevos esfuerzos diplomáticos de mediación o negociación. La UE sigue dividida internamente, y las iniciativas de ciertos países ante la guerra de Gaza, como el reconocimiento del estado de Palestina o la posición crítica con Israel del Alto Representante, Josep Borrell, no han encontrado el mismo eco desde la invasión israelí en el Líbano ni ante la amenaza de una guerra regional con Irán. Estados Unidos es incapaz de que la resolución que promovió en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se aplique, pese a contar en su momento con el respaldo de los 15 miembros.

Israel ha declarado al secretario general de Naciones Unidas persona non grata (primera vez que esto sucede) e incluso bombardea las instalaciones de la misión de paz en el Líbano (UNIFIL). Así, el tiempo corre a favor de Netanyahu, dada la ausencia de frenos significativos a su ofensiva regional. Parece apostarlo todo a la victoria de Trump, cuando el nuevo presidente esté en disposición de dictar los términos de unas negociaciones en Oriente Próximo que partan de los hechos consumados y la pasividad de la comunidad internacional.

Georgia, pequeño pero decisivo país entre Europa y Rusia. El próximo 26 de octubre se celebran elecciones en Georgia, un país de 3,7 millones de habitantes cuya población es en un 80% favorable a la adhesión a la Unión Europea, y al cual los 27 estados miembros reconocieron su estatus de país candidato a la vez que Ucrania, en diciembre de 2023. Por tamaño, palancas diplomáticas y europeísmo de su población, parecería que la UE tiene la batalla de la influencia ganada en esta exrepública soviética. Sin embargo, en los últimos años, la deriva prorrusa del gobierno del partido “Sueño Georgiano”, sus crecientes tics autoritarios (con limitaciones a la acción de diversas organizaciones de la sociedad civil y la aprobación de polémicas leyes financieras que benefician a los oligarcas y contra la “ideología” LGTBIQ+) han hecho vascular el país hacia la órbita de influencia del Kremlin. Esto ha puesto en pausa las negociaciones de adhesión a la UE, lo que ha significado un serio revés para las ambiciones europeístas de la población georgiana, y ha reforzado la narrativa cercana a Orbán de Sueño Georgiano, que no renuncia a la adhesión a la UE pese a que el líder del partido, Bidzina Ivanishvili, cosecha una narrativa próxima a Moscú. La campaña ha estado plagada de referencias al “partido global de la guerra”, que según el gobierno representa la oposición por su apoyo a Ucrania. El próximo 26 de octubre, las elecciones dibujarán un panorama según el cual el regreso de Georgia a la órbita europea estaría asegurado si la oposición consigue formar gobierno, argumenta ésta. O que acercará a otro país candidato a la UE, además de Serbia, a la órbita de Rusia, si Sueño Georgiano se mantiene en el poder. Por el camino puede quedar también el avance del estado de derecho en Georgia.