Las claves geopolíticas del mes. Septiembre 2024

¿Más sorpresas de las que una campaña puede soportar?

El Cercle d’Economia, junto con CIDOB, ofrece cada mes un análisis breve de la situación geopolítica global.

Claves geopolíticas Septiembre 2024. ¿Más sorpresas de las que una campaña puede soportar?

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Segundo intento de asesinato de Trump. El candidato republicano sufrió un segundo atentado, esta vez en un campo de golf de Florida. Los servicios secretos, siempre preocupados por la difícil protección del expresidente en espacios tan amplios y de acceso público, consiguieron reducir al presunto autor. Los efectos sobre la carrera presidencial son inciertos, y las encuestas son incapaces de absorber el impacto de tanta aceleración política, desde la retirada de Biden al ascenso de Harris, pasando por los atentados contra Trump.

Las encuestas siguen pronosticando un empate técnico entre Trump y Harris, y hechos como los de Florida o Pensilvania tienen un efecto limitado en la intención de voto. Nuevas sorpresas durante la campaña sólo la alterarán si consiguen que más votantes indecisos acudan a las urnas, o que los partidarios de un candidato u otro cambien su intención de voto. Ni el intento de asesinato de Trump ni la retirada de Biden y el ascenso de Harris lo han hecho, por el momento. La clave no está en el conjunto del voto popular, donde Harris supera ligeramente a Trump, sino en la victoria en el colegio electoral y los estados bisagra clave, donde todo sigue siendo incierto.

Las corrientes de fondo de la política americana son, no obstante, mucho más estables. Estados Unidos está entrando en un ambiente de violencia política y de polarización inauditos. Hasta un 20% de los adultos consideran justificado el uso de la violencia política en determinadas circunstancias. El gran tabú de la seguridad nacional, el acceso casi libre a las armas de fuego, sigue sin abordarse. Cualquier perturbado con motivaciones políticas extremas puede ser artífice de un magnicidio. La principal víctima de las armas de fuego en Estados Unidos sigue siendo, no obstante, el ciudadano anónimo, no un candidato a la presidencia del país.

Crisis en Venezuela. Cada día hay más evidencias de que las elecciones en Venezuela dieron la victoria al candidato opositor. Con su exilio en España, Edmundo González quita presión interna al régimen de Maduro, cuya capacidad represiva y de control del proceso electoral subestimaron muchos actores, e internacionaliza más el conflicto de Venezuela. La UE y Estados Unidos son conscientes de que el anterior reconocimiento de Juan Guaidó como presidente legítimo tras las elecciones presidenciales de 2018 no dio los frutos diplomáticos deseados. El régimen de Maduro se ha atrincherado y la oposición vuelve a tener a su líder en el exilio. Por este motivo, la posición oficial de la UE es que deben verificarse las actas electorales antes de reconocer a Edmundo González como presidente electo, posición que comparte el gobierno de España (no así la oposición).

La dimensión internacional cobra relevancia a la par que se enquista la dimensión interna de la crisis. Occidente endurecerá su régimen de sanciones al gobierno de Maduro, consciente también de que el efecto de esta medida es limitado. Estados Unidos rechaza ampliar las sanciones al petróleo venezolano y sigue manteniendo una excepción notable para la petrolera Chevron, entre otras. El temor a una subida de los precios del petróleo y su impacto en la inflación antes de las elecciones presidenciales están detrás de la política comedida frente al país del mundo con las mayores reservas de petróleo. También preocupa la capacidad de instrumentalización de los flujos migratorios por parte de Venezuela antes de las presidenciales de noviembre.

Tras el desacople del petróleo ruso desde la guerra de Ucrania, la UE y las compañías petroleras con mayores intereses en Venezuela no pueden permitirse otro desacople de una importante fuente de hidrocarburos, por mucho que representantes de Maduro llamen a la expulsión de las compañías extranjeras y a romper todas las relaciones comerciales y diplomáticas con Occidente. Maduro sigue sin responder a las llamadas de países como Brasil o Colombia, que se ofrecen para mediar en la crisis, y en estas circunstancias, lo más probable es un enquistamiento del conflicto y un progresivo endurecimiento de la posición de Maduro. Mientras tanto, la producción de crudo en Venezuela sigue aumentando, con lo que las arcas del gobierno son resilientes a la presión hacia el régimen.   

La lenta formación de la nueva Comisión Europea. El voto holgado favorable a un segundo mandato de Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea en el Parlamento Europeo no hacía presagiar una formación tan lenta del nuevo ejecutivo comunitario. A las primeras críticas de von der Leyen a los estados miembros, que propusieron mayormente a candidatos hombres para ocupar las 27 carteras, se han sumado dificultades con las propuestas de diversos estados miembros. La última, con Francia, quien, a pesar de haber nombrado a Thierry Breton como candidato para la siguiente Comisión, ha sucumbido a las presiones de von der Leyen para que Macron nombre a otro candidato a cambio de un mejor trato en el reparto de carteras. Von der Leyen consigue así quitarse de encima a los dos Comisarios que más problemas le dieron en el primer mandato: Breton y Borrell.

Novedades importantes de esta Comisión son el peso de los estados que promueven una agenda económica intervencionista (España, Italia, Francia) al frente de las principales vicepresidencias ejecutivas, y el refuerzo de los propósitos geopolíticos de la Comisión, con el nombramiento por primera vez de un comisario para asuntos de defensa. Todos los comisarios relacionados con la agenda exterior (Alta Representante, Comisario de Defensa, Ampliación) van a países muy cercanos a Ucrania y a su adhesión a la UE (Estonia, Lituania y Eslovenia, respectivamente). Se crea por primera vez el puesto de comisaria para el Mediterráneo, encargada en gran medida de cuestiones migratorias, lo que necesariamente molestará a los socios del sur.

La nueva Comisión difícilmente echará a andar en los tiempos previstos (primeros de noviembre). Primero se presenta el cartel completo a la conferencia de presidentes del Parlamento Europeo y después se sucederán los distintos hearings (o audiencias) en comisiones parlamentarias, y el voto final sobre el colegio de comisarios en el pleno. Es tradición que el Parlamento, que debe aprobar a cada uno de los candidatos a Comisario/a, tumbe a varios de ellos, con lo que el proceso requerirá que los estados miembros propongan nuevos nombres y que empiece de nuevo la negociación. Lo que sí es muy probable es que la segunda Comisión von der Leyen refuerce la jerarquía y la centralización de poderes en torno a la presidenta. Habrá pocos contrapesos políticos al grupo popular, predominante en las propuestas de Comisarios por parte de los estados miembros. Teresa Ribera será la pieza clave de los socialistas y si alguien pensó que Macron nombraría a un candidato de izquierdas para compensar su decisión de nombrar primer ministro a Barnier, el presidente ha designado a uno de sus más fieles aliados como sustitución de Breton, el ministro de asuntos europeos en funciones.

El nuevo gobierno francés. Nadie esperaba que, tras la victoria del frente de izquierdas (nuevo frente popular) en las pasadas elecciones y la formación de una clara mayoría en la Asamblea Nacional en torno a un "frente republicano", la extrema derecha de Marine Le Pen fuera tan determinante para la formación del nuevo gobierno en Francia. Tras semanas de incertidumbre y de vetos presidenciales a los candidatos propuestos por la izquierda, incluso sin la participación de La France Insoumise de Mélenchon, Macron nombró a Michel Barnier, exministro de Los Republicanos (cuarta fuerza en la Asamblea), como candidato a primer ministro. El voto favorable pasa necesariamente por el beneplácito de Agrupación Nacional y el compromiso, en principio estable, de que el partido de Le Pen no contribuirá al éxito de una moción de censura que muy probablemente presente pronto el frente de izquierdas.

Macron, de erigirse como estandarte en la lucha contra la extrema derecha, ha preferido colaborar con ella para que se mantengan las reformas iniciadas durante su presidencia, en particular las relativas a cuestiones sociales y económicas, como la reforma de las pensiones, que la izquierda pretendía derogar. El camino hasta 2027, año de las presidenciales, se prevé complicado para el refuerzo del centro político en Francia. El nuevo frente popular, si consigue nombrar un candidato de consenso, tiene la campaña hecha contra Le Pen y el sucesor de Macron, que sigue sin conocerse. Le Pen tiene el viento de cola, y puede perfectamente argumentar que el cordón sanitario es cosa del pasado (al fin y al cabo, se ha contado con ella para la formación del nuevo gobierno). Solo tiene que esperar y observar las dificultades para cosechar mayorías en la Asamblea del gobierno Barnier, cuya tarea para la gobernanza de Francia se antoja más difícil si cabe que la gestión del Brexit.

Lectura política del informe Draghi. Tras meses de espera para no interferir en las elecciones al Parlamento Europeo, primero, y en la formación de la nueva Comisión Europea, después, Draghi desveló sus propuestas para aumentar la competitividad de la economía europea. El informe, que complementa el ejercicio de Letta sobre el mercado único, ambos a iniciativa de la Comisión, cuantifica el gasto que la UE debe acometer si no quiere quedarse atrás en la carrera tecnológica global, la descarbonización y la reindustrialización frente a la presión de China y Estados Unidos. Son 800.000 millones de euros anuales para los que se plantea un ejercicio de endeudamiento conjunto como en el Next Generation EU. Es sin duda el camino para avanzar hacia una mayor capacidad de inversión a escala europea y en la integración política y económica de la Unión.

El problema es que el escenario político no es nada propicio para que esto suceda. Francia, el país grande más proclive al avance de la autonomía estratégica tiene un gobierno débil, una fragmentación parlamentaria proclive al bloqueo y una candidata euroescéptica, Le Pen, como favorita en las presidenciales de 2027. Alemania ha endurecido su política fiscal, por ejemplo, disminuyendo los compromisos de ayuda a Ucrania a partir de 2025, con el fin de devolver al país a la ortodoxia propia de los “frugales”, que personifica el ministro de finanzas liberal, Christian Lindner. El crecimiento de la extrema derecha en las elecciones regionales de Sajonia y Turingia y el buen resultado para AfD en las encuestas nacionales actúan como antídoto a cualquier esfuerzo “federalizador” europeo del gobierno de Scholz. Meloni, apartada de las negociaciones para los “top jobs” europeos aunque recompensada con una vicepresidencia ejecutiva de la Comisión para su hombre en Bruselas (Raffaele Fitto), rechazará desde Italia cualquier iniciativa que pase por un refuerzo de los poderes y recursos de Bruselas. Polonia solamente está interesada en hablar de eurobonos si sirven para aumentar las capacidades de defensa europeas. Solo España, de entre los países grandes, y por ahora, está dispuesta a avanzar en el esfuerzo federalizador de Draghi. En los estados miembros medianos y pequeños, el auge de la extrema derecha euroescéptica da pocas esperanzas para el acuerdo en los ámbitos que, como el marco presupuestario, todavía se adoptan por unanimidad.

Por Pol Morillas, Director del CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs) y miembro de la Junta Directiva del Cercle d'Economia