Vía libre para Trump y Biden; Europa se inquieta
El Cercle d’Economia, junto con CIDOB, ofrece cada mes un análisis breve de la situación económica global.
Superdéjavu y el desafío de la participación. Como bien recogieron las últimas "Lectures" del Cercle, el supermartes se convirtió en la antesala de lo que será un déja vu en las presidenciales de noviembre, salvo sorpresas en la larga campaña que arranca ahora. Trump recibió con agrado la noticia del Tribunal Supremo, aunque siga teniendo múltiples causas abiertas con la Justicia que podrían apearle de la carrera presidencial. Pero el antecedente del reciente fallo del Supremo, que por unanimidad acordó no secundar el fallo del Tribunal de Colorado y permitir que su nombre apareciese en las papeletas de las primarias, hace prever que la justicia norteamericana no querrá interponerse en su camino hacia la Casa Blanca. Biden, sin alternativa en el Partido Demócrata, sigue cosechando abultadas victorias en las primarias, pero ve con preocupación como en distintos estados potencialmente bisagra como Michigan, los votos "no comprometidos" con ningún candidato amenazan con traducirse en una baja participación del votante demócrata en las presidenciales. La posición de la administración en la guerra de Gaza está desgastando el apoyo del electorado más joven y étnicamente diverso del partido demócrata.
Porque, efectivamente, las elecciones de noviembre, si se reedita el duelo Trump-Biden, se dirimirán en base a la participación. Las presidenciales de 2020 fueron las elecciones americanas con más participación de la historia. El perdedor, Trump, cosechó un número de votos que ningún candidato republicano había conseguido antes (74 millones), superando también el récord de votos que consiguió Obama en 2008 (69,5 millones). Pero es que el ganador, Biden, consiguió superar los 80 millones de votos, una cifra nunca alcanzada por parte de un candidato a la presidencia. En otras palabras, lo que dio la victoria a Biden no fue la baja participación de los republicanos, sino una participación inédita del votante demócrata y del votante americano en su conjunto. La gran pregunta para la reedición de este duelo Biden-Trump es si el presidente (81 años) será capaz de movilizar al votante demócrata en igual medida que lo hizo en 2020. El voto protesta en las primarias demócratas es un claro motivo de preocupación, ya que puede fácilmente convertirse en abstención en noviembre. También lo son los candidatos de terceros partidos como Robert Kennedy Jr, que siguen en liza para la presidencial y que podrían arrancar un buen número de votos de la amplia base electoral que necesita Biden para reeditar la movilización de 2020 y articular el voto anti-Trump.
En cambio, Trump, quien cosechó el 45% de los votos en las primarias de 2016 frente a rivales como Ted Cruz o Marco Rubio, consiguió que el 90% de los republicanos lo votaran en las presidenciales que ganó contra Hillary Clinton. Como dice el conocido refrán: "Democrats fall in love, Republicans fall in line". Mucho amor, Biden no suscita, así que tratará de convencer a los votantes indecisos e independientes (este último, un grupo al alza) del peligro que Trump representa. El expresidente, en cambio, ve como se despeja su camino en la justicia americana y en el partido republicano, cuyo votante tiende a la obediencia.
Trump centra su discurso. Una vez superada la cita del Supermartes, Trump sabe que para igualar el número de votos de 2020 (y confiar en el desgaste del votante demócrata), debe convencer a los votantes huérfanos de Nikki Haley, de perfil más tradicional, y evitar así que estos se decanten por la abstención o incluso por Biden. Para ello, Trump ha matizado recientemente su posicionamiento internacional (respecto a Ucrania y Rusia, o en sus tendencias aislacionistas, también hacia los europeos y la OTAN), intentando convencer al votante republicano que todavía ve en América el garante de la estabilidad internacional. Sobre el aborto, Trump prefiere convertirse en un candidato "catch all", sin caer del lado más conservador de los republicanos "pro life", consciente de que esto podría alejar a una parte significativa del electorado femenino.
En inmigración, probablemente el tema más determinante en las presidenciales, Trump ha preferido bloquear el acuerdo con los demócratas para seguir poniendo el foco en los problemas de la Administración Biden en la frontera sur. El número de migrantes ha ido en aumento durante la presidencia de Biden, y poco parece importar que el presidente centre su discurso en atacar a los republicanos por falta de acuerdo. Las encuestas muestran como el votante se moviliza debido a la politización de la migración, más que por quién propone mejores medidas para atajarla. Finalmente, en asuntos económicos, Trump centra su discurso en el aumento de los precios de los alimentos y la energía. Culpa a Biden de que las buenas cifras macroeconómicas y los altos niveles de empleo no se corresponden con el empobrecimiento de las clases medias americanas, y buena parte del electorado ve, efectivamente, que su situación personal era mejor en tiempos de Trump que de Biden. En todos los temas de campaña, Trump hará un esfuerzo para matizar sus posiciones más excéntricas y llegar así al máximo número de votantes, a la vez que las elecciones se dirimirán por las sensaciones del electorado, los marcos del debate y las narrativas, más que por las propuestas políticas concretas y el premio a quien consiga acuerdos entre los partidos. En la era de la polarización, quien domina el relato (no necesariamente las políticas) parte con ventaja.
¿La Europa de la Defensa? En el otro lado del Atlántico, las declaraciones de Trump sobre el "free riding" de los europeos en materia de defensa y su posición ambivalente en la ayuda a Ucrania han hecho reaccionar a la UE. Ursula von der Leyen ha propuesto emular la respuesta a la pandemia en el campo de la defensa, y propone compras conjuntas de armamento para aumentar las capacidades militares en Europa y, a su vez, la exportación de armamento a Ucrania, como ya se hizo con la compra de vacunas en la pandemia. Se trata de "comunitarizar" una política en la que la Comisión, en principio, no tiene amplias competencias.
Los estados miembros ya han reaccionado rebajando expectativas. Los frugales (con Países Bajos al frente) consideran que la Unión no puede endeudarse ni debe utilizar recursos comunes para ámbitos competenciales que recaen en los estados miembros. Francia insiste en que el desarrollo de la política de defensa debe servir también al propósito de aumentar la capacidad industrial europea, en este caso de una industria que tiene en Francia buena parte de su potencial. Insiste, pues, en la necesidad de producir y comprar europeo en todo aquello que sea exportación de armamento hacia Ucrania. Alemania, en cambio, subraya la urgencia de la ayuda militar a Ucrania, sin importar demasiado si la producción se realiza en suelo europeo o mediante importaciones de material militar.
Las dos principales economías, pues, tienen visiones diferentes sobre los esfuerzos europeos en materia de defensa, y otros estados miembros impiden el refuerzo de las competencias de la Unión en este sentido. Como siempre, en seguridad y defensa, la última palabra la tendrán los estados miembros, que siguen divididos. La propuesta Von der Leyen de cara al próximo ciclo político es que la Europa de la Defensa cuente también con un Comisario dedicado a estos asuntos, pero los estados miembros, recelosos de ceder protagonismo, no se lo pondrán fácil. Josep Borrell también ha criticado la propuesta, recordando que ya existe un Consejo de ministros de defensa y su propia posición como Alto Representante, encargado de hacer avanzar la política de seguridad y defensa de la Unión. Europa sigue enfrascada en sus debates internos y competenciales, mientras aumenta la incidencia de las crisis que la rodean y Trump asoma en el horizonte.
Gaza: diplomacia para la ayuda humanitaria sin alto al fuego. A falta de señales de pacificación, crece la presión para aliviar la dramática situación humanitaria en la Franja de Gaza. Estados Unidos, consciente de los efectos domésticos de la guerra -en particular en el campo demócrata-, planea junto con otros países el establecimiento de un puerto temporal flotante en la Franja para la provisión de ayuda humanitaria. La visión de la Administración Biden es que una vez se haya avanzado en los objetivos de la liberación de rehenes israelíes y la provisión de ayuda humanitaria, habrá más capacidad para condicionar al gobierno de Israel y avanzar en unas negociaciones de paz. De momento, el establecimiento de este puerto temporal flotante deberá contar con el visto bueno de Israel, quien controla el acceso marítimo a la Franja. Es la opción más factible para evitar el drama humanitario y el uso del hambre como arma de guerra, dada la negativa de Israel a habilitar la entrada de ayuda por vía terrestre en el paso de Rafah, limítrofe con Egipto, por miedo a que ello refuerce la posición de Hamas en la Franja. La UE centra sus esfuerzos diplomáticos en la apertura de un corredor marítimo humanitario.
Mientras tanto, sigue negociándose con la mediación de Qatar y Egipto una propuesta de alto al fuego temporal. Las negociaciones siguen encalladas por la insistencia de Netanyahu a proceder a la inminente entrada e invasión de Rafah, supuesto enclave seguro para la población civil desplazada de Gaza. Tampoco está claro qué sucedería después de acordar un alto al fuego temporal que permita el intercambio de rehenes por prisioneros y la entrada de ayuda humanitaria. Mientras Hamás y los árabes insisten en un alto al fuego permanente, Israel defiende que, tras la liberación de los rehenes, debe continuar la operación militar para erradicar a Hamás de la Franja.
Haití, hacia el abismo. Un hombre de la guerra, Jimmy Chérizier, conocido como Barbecue, amenaza con tomar el poder de un país que ha visto aumentar sobremanera la violencia en las calles, los ataques al aeropuerto de Puerto Príncipe (capital del país y que las guerrillas controlan en un 80%) y la inseguridad generalizada, con la salida de miles de presos de las cárceles. Barbecue quiere que el primer ministro y presidente interino, Ariel Henry, deje su cargo y que el país se convierta en un territorio liderado por su guerrilla más importante. Haití ha visto como en los últimos años se convertía en centro de múltiples tráficos ilícitos en su ruta hacia Norteamérica y hacia Europa. Es un país donde las guerrillas controlan crecientes volúmenes de tráfico de personas, drogas y recursos naturales varios. El país no cuenta ya con la presencia de MINUSTAH, la misión de estabilización de Naciones Unidas, que debió abandonarlo en 2017, tras verse superada por la inseguridad asociada a estos varios tráficos ilícitos. El país se ha convertido pues en una plataforma regional de inseguridad, mientras la población, por supuesto, es quien sufre las peores consecuencias de su descenso al caos.
Por Pol Morillas, Director del CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs)