Nueva guerra en Oriente Medio: derivadas internas, regionales e internacionales
El Cercle d’Economia, junto con CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs), ofrece cada mes un análisis breve de la situación económica global
Derivadas internas en Israel y Palestina. Las víctimas se cuentan ya por miles en ambos lados. Tras los atroces atentados terroristas de Hamas en Israel el 7 de octubre, cuya magnitud no conoce precedentes recientes, el mundo sigue en vilo, a la espera de la prometida invasión por tierra, mar y aire del ejército israelí a la franja de Gaza. Los habitantes de este territorio, densamente poblado por unos 2 millones de personas y considerado la mayor cárcel del mundo a cielo abierto, han sido llamados a desplazarse hacia el sur si desean evitar las graves consecuencias humanitarias de la operación militar. Hamas tiene en su poder a un centenar de rehenes, civiles y militares israelíes, con los que espera negociar y debilitar la respuesta militar de Israel. Por otro lado, Hamas impide la salida de la población de Gaza hacia Egipto y se mantiene cerrado el paso de Rafah, con lo que aumentan las voces que apuntan a la utilización de la propia población de Gaza como escudo humano. El inminente ataque será otra catástrofe humana y humanitaria, que se sumará a las víctimas que ya se ha cobrado esta nueva edición de la guerra israelopalestina. La única esperanza para la población civil es que Israel y Egipto permitan la entrada de ayuda humanitaria a la Franja por el paso de Rafah.
Acechan muchas dudas sobre el futuro del conflicto y de la política israelí. Las críticas a Netanyahu, pese al esfuerzo de establecer un gobierno de concertación nacional, crecen entre la sociedad. Se culpa al gobierno ultranacionalista de haber fracasado en la apuesta por la seguridad de los ciudadanos israelíes, de haber polarizado la sociedad con su reforma del sector judicial y de haber ninguneado las voces que le alertaron del inminente ataque terrorista de Hamas. En el apogeo de la crisis y la guerra Netanyahu sobrevivirá, pero su futuro queda debilitado y no es descartable una crisis de gobierno que acabe llevando de nuevo a los israelíes a las urnas. Palestina, por su lado, recuerda la situación inhumana en la que viven sus ciudadanos, tanto en Gaza como en Cisjordania, consecuencia de la política de asfixia de la Franja y de expansión de los asentamientos de colonos en Cisjordania. La solución de los dos estados es cada vez menos factible sobre el terreno, pero tampoco son posibles las alternativas: Israel no puede permitirse una ocupación permanente de la Franja. Ello conllevaría también un riesgo de seguridad mayor en Cisjordania. En el campo palestino aumenta la radicalización entre milicias que, más allá de Hamas, abogan por aumentar los atentados contra objetivos israelíes, también desde Cisjordania. Mientras tanto, pierde centralidad el liderazgo de la Autoridad Nacional Palestina y del presidente Mahmoud Abbas.
Derivadas regionales en Oriente Medio. Una preocupación central de los observadores de esta guerra es su posible escalada a nivel regional. Hamas tiene en Irán su principal valedor y, pese a que tanto este grupo como Hezbollah ostentan cierta autonomía en la toma de decisiones, es poco probable que Irán no estuviese informado de los ataques a gran escala que perpetró Hamas. Hezbollah también ha amenazado con unirse a la guerra desde el frente norte en caso de que las acciones israelíes deriven en una masacre de ciudadanos en Gaza. Irán también amaga con unirse al "frente de resistencia" contra el sionismo y Occidente. Por el momento, la escalada no está sucediendo por diversos factores: a pesar del lanzamiento de cohetes y misiles desde la frontera, Hezbollah está debilitado en el frente interno del Líbano, un país en práctica descomposición política y social y con una economía muy deteriorada. Irán ha observado con cautela el refuerzo de la flota americana en el Mediterráneo, y de hecho Hamas le acusa de amedrentarse ante lo que tenía que ser una ofensiva a Israel por varios frentes.
Por el lado israelí, parece haber fracasado su política exterior, con apoyo de Washington, basada en normalizar las relaciones con los países árabes, desde Marruecos a Emiratos Árabes y Arabia Saudí, haciendo caso omiso de la situación de los palestinos y esperando a que esta normalización llevara al olvido del conflicto central de la política regional. No ha sido así y se suceden las manifestaciones en el mundo árabe en apoyo de la causa palestina, lo que pone en apuros a regímenes como el de Al Sisi en Egipto, que habían acercado sus posiciones con Israel. La calle árabe puede volver a inflamarse dada la centralidad del agravio palestino, que ha estado detrás de la narrativa de muchas revueltas recientes. Egipto teme también la llegada de centenares de miles de refugiados a su país si la ofensiva israelí se combina con la apertura del paso de Rafah o de corredores humanitarios. En cualquier caso, lejos de desaparecer, esta nueva edición del conflicto árabe-israelí ha vuelto a poner esta cuestión en el epicentro de la política regional.
Derivadas en Estados Unidos y Europa. Estados Unidos, a diferencia de Europa, se ha vuelto a erigir como poder internacional central en el conflicto. El apoyo sin reservas a Israel y a su derecho a la legítima defensa, además del refuerzo de sus capacidades militares, ha ido unido a los llamamientos al uso contenido de la fuerza. El Secretario de Estado Blinken se reunió con Abbas, líder de la Autoridad Nacional Palestina, en Jordania tras el estallido de la crisis. Los americanos también han estado detrás del llamamiento de la OTAN a la "proporcionalidad" en la respuesta israelí. Estados Unidos ha conseguido que la operación militar de Netanyahu se posponga en más de una ocasión a la espera de poder asegurar el menor daño posible a la población civil de Gaza.
Estados Unidos está también interesado en mantener a raya las derivadas regionales del conflicto. Pese a las advertencias a Irán, Washington no tiene ningún interés en desviar su atención del principal reto de seguridad y política exterior: la guerra en Ucrania hoy y la rivalidad con China mañana. Ya Obama hizo célebre la doctrina del "pivote hacia Asia", aparejado a una menor atención a Oriente Medio y Europa como teatros tradicionales de la política exterior americana. La guerra de Ucrania y ahora, la de Israel-Palestina, lo han impedido, pero crecen con fuerza las voces en el debate público americano, en particular en el campo republicano, que abogan por una menor participación en conflictos internacionales lejanos. Con las primarias republicanas a la vuelta de la esquina, y con la vista puesta ya en las presidenciales de noviembre de 2024, crece el sentimiento aislacionista como respuesta al desorden internacional causado por ambos conflictos.
Sorprendentemente, Estados Unidos ha sido más capaz que Europa, promotora tradicional de la política exterior basada en valores, de equilibrar el derecho a defenderse de Israel con el necesario respeto del derecho internacional humanitario. La Unión Europea ha tenido una de las peores semanas que se recuerdan en materia de política exterior. Poco después del ataque de Hamas, la presidenta de la Comisión Europea anunció que "Israel tiene derecho a defenderse, hoy y en los días por venir", dando a entender que la naturaleza, alcance y derivadas humanitarias de esta respuesta pasaban a un segundo plano. Poco después, el Comisario húngaro anunciaba por redes sociales la cancelación de la ayuda a Palestina como respuesta a la agresión de Hamas, rompiendo con décadas de protagonismo de Europa en el ámbito de la ayuda humanitaria y al desarrollo. Varios gobiernos de estados miembros y el Consejo expresaron su malestar por la ambición de Von der Leyen en política exterior y por su decisión unilateral de visitar Israel sin pronunciar ningún mensaje relativo a la proporcionalidad de la respuesta militar israelí o de sus derivadas humanitarias en Palestina. El Consejo Europeo marcó más tarde una postura diferente a la de Von der Leyen, pero la cacofonía resultante ha sido mayúscula, y la credibilidad de la UE como actor internacional se ha visto claramente perjudicada.
Derivadas internacionales. Muchos países se han apresurado a denunciar de nuevo la doble vara de medir europea a la hora de abordar los conflictos internacionales. Los esfuerzos de Europa para convencer al resto del mundo, y a América Latina en particular, de la peligrosidad de la guerra de Rusia en Ucrania ha quedado en entredicho con la respuesta a esta nueva edición del conflicto israelí-palestino. Irán, Rusia, parte del sur global y hasta cierto punto China consideran fundamental el refuerzo de un "eje de resistencia" frente a la "hipocresía" occidental y su predominio en el orden internacional. Si la guerra de Ucrania ya generó parte de las críticas por el apoyo sin fisuras de Occidente a Zelenski, el apoyo a Israel y pasar por alto la vulneración de los derechos de los palestinos y el respeto al derecho internacional humanitario han hecho el resto. Zelenski comparó el ataque terrorista de Hamas a las actitudes de Rusia en Ucrania, pero el mensaje irá perdiendo credibilidad si la respuesta de Israel en Gaza comporta un elevado número de víctimas civiles, en particular mujeres y niños. A Israel también ha sentado mal la posición de China, que sólo ha emitido una tímida respuesta de condena a los actos terroristas de Hamas. Más todavía teniendo en cuenta el creciente protagonismo de Pekín en la región tras la mediación ejercida para que Arabia Saudí e Irán retomaran las relaciones diplomáticas.
En cualquier caso, el estado del orden internacional muestra como los factores geopolíticos y de seguridad se convierten en asuntos de primera preocupación, particularmente en Occidente y Europa. Se reproduce el "anillo de fuego" (y no de estabilidad) que recorre las fronteras de Europa, con derivadas de inseguridad provenientes del este (Ucrania), del sur (Israel y Palestina), de África (crisis y vacío de poder en el Sahel) y de Asia Central (Nagorno-Karabaj y un posible ataque de Azerbaiyán a Armenia).
La ampliación de los BRICS. Muestra de la voluntad de contestación de un orden internacional predominado por Occidente es la reciente apuesta de los BRICS por ampliarse a 6 nuevos países. La cumbre que tuvo lugar en Sudáfrica el 24 de agosto, unos días antes de la reunión del G20 en la India, dio la bienvenida a Argentina Etiopía, Egipto, Irán, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes. La ampliación de este foro no se detiene aquí, y hasta 40 países han expresado su interés en formar parte de los BRICS, 22 de ellos de manera formal. En 2024, los BRICS representarán el 42% de la población mundial y el 36% de su PIB. Con la entrada de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes, controlarán el 54% de la producción mundial de petróleo. También el 23% de los intercambios agrícolas.
Con la expansión de este grupo, el mensaje es claro: el orden mundial se mueve irremediablemente hacia nuevos polos de poder, con lo que la reforma de las reglas del juego internacional es obligada. La línea de fractura entre el sur global y un orden internacional protagonizado por Occidente se agranda, y conflictos como los de Ucrania o el israelí-palestino son muestra de las distintas concepciones sobre el orden y la seguridad internacional en un mundo crecientemente multipolar. No obstante, no es oro todo lo que reluce, y las divergencias entre los propios miembros de los BRICS en cuestiones centrales de la agenda internacional, como las relaciones con Rusia o las disputas bilaterales entre sus miembros (entre India y China por ejemplo) también muestran la complejidad del orden actual.