Las claves geopolíticas del mes. Julio 2023

El Cercle d’Economia, juntamente con el CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs), os ofrece cada mes un breve análisis de la situación geopolítica global.

Pol Morillas, director del CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs) y miembro de la Junta Directiva del Cercle d'Economia.

Mes de cumbres

Las claves geopolíticas del mes Julio 2023

Por Pol Morillas

pdf, 172 KiB

Descàrrega

La rebelión de Prigozhin. El régimen de Putin no se tambaleó, pero sí ha mostrado severas fisuras. El motín protagonizado por las tropas de Wagner puso al descubierto las deficiencias del aparato militar del Kremlin, así como parte de las causas del fracaso estratégico en Ucrania. Por un lado, Rusia se apoya en una trentena de grupos paramilitares (no mercenarios, porque no trabajan para el mejor postor, sino que actúan para reforzar la capacidad exterior y militar del Kremlin). Entre ellos, el más amplio en efectivos y capacidad de despliegue militar es Wagner, con operaciones en diversos países del África subsahariana, en Venezuela e incluso en Estados Unidos con las labores de interferencia electoral en las presidenciales de 2016. Hasta hoy, Wagner y su líder, Prigozhin, mantenían una efectiva relación simbiótica: Putin enriquecía las arcas del grupo, confiándole todo tipo de operaciones en los escenarios preferidos de la política exterior rusa, y Prigozhin se presentaba como el fiel escudero de Putin, desde sus negocios iniciales en el mundo de la restauración.

Pero, como Maquiavelo ya advirtió en “El Príncipe”, es mala idea que la seguridad interior y exterior del Estado recaiga en manos que escapan del control total de la autoridad política. En el momento en el que la relación entre fuerzas armadas sucumbe a una lucha por el poder, los grupos que dejan de estar bajo el control del estado pasan a ser una amenaza existencial para el mismo. Es lo que sucedió cuando la cúpula militar rusa quiso forzar a los efectivos de Wagner a integrarse en el paraguas de defensa del estado. La lucha entre Putin y Prigozhin se convirtió en una lucha por el poder entre dos señores de la guerra.

Por el otro lado, el motín de Prigozhin no se entiende sin una referencia a las dificultades de Rusia en el teatro de operaciones de Ucrania. Prigozhin, cuyas fuerzas han sido de las más efectivas en la ofensiva rusa, reclamaba hacía tiempo un augmento de efectivos y un cambio de estrategia militar en Ucrania, acusando directamente al ministro de defensa Sergei Shoigu, y al jefe del Estado Mayor ruso, Valery Gerasimov, de ser los responsables de los errores de planificación y ejecución de la invasión. Ucrania ha aprovechado el desconcierto para redoblar esfuerzos en su contraofensiva, pero la realidad sobre el terreno sigue siendo de pocos avances. Ucrania necesita todavía que los aliados aumenten los envíos de armamento y Rusia sigue jugando la carta del largo plazo, esperando la vuelta de un invierno que refuerce al alza los precios de la energía, acabe con la paciencia de las sociedades occidentales y se frague un escenario electoral adverso en las elecciones europeas de junio y americanas de noviembre de 2024.

Cumbre de la OTAN en Vilnius. En esta lucha por la necesidad de avances inmediatos por parte de Ucrania y la carta del largo plazo del Kremlin es cuando la cumbre de la OTAN en Vilnius (11-12 julio) cobra centralidad. Zelensky sigue defendiendo la incorporación de su país a la Alianza Atlántica como único mecanismo para la seguridad nacional. De hacerlo, se aplicaría directamente el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, según el cual un ataque contra un miembro es considerado un ataque contra todos los aliados (la cláusula de defensa mutua como principal elemento de disuasión). Pero para muchos socios, la entrada de un país en guerra es contrario a los preceptos de una alianza defensiva como es la OTAN. Abogan, más bien, por una promesa reforzada de lo que ya se dijo en 2008: que Ucrania podrá ser miembro de la OTAN cuando las circunstancias lo permitan.

Lo que para Zelensky y para el flanco este de la OTAN es una promesa demasiado etérea tras la invasión rusa, para países como Alemania, Turquía o incluso Estados Unidos es una necesaria dosis de realismo, ante la posibilidad de escalada por parte de Rusia. Así las cosas, la cumbre de Vilnius, que además prolongará el mandato del actual secretario general, Jens Stoltenberg por un año más por falta de acuerdo sobre su sustituto, probablemente vea nacer un nuevo compromiso para un “paraguas de seguridad” para Ucrania. Lejos de ser una invitación a unirse a la Alianza, se prometerá a Ucrania el apoyo decidido de los occidentales y el continuado envío de armas, equipamiento, formación, financiación e inteligencia.

Otro frente diplomático que se mantiene abierto es el ingreso de Suecia en la Alianza, tras la reciente incorporación de Finlandia. Antes de la cumbre, Turquía mostró su predisposición a levantar el veto “lo antes posible”. Hasta ahora, Turquía ha insistido en que Suecia entregue los activistas pro-kurdos que, según Ankara, deberían ser considerados terroristas. Hungría, por su parte, se ha escudado en el veto turco para recordarle a Suecia que sus críticas en la UE sobre la regresión democrática de Orbán no pueden salirle gratis.

Arranca la Presidencia española del Consejo de la Unión Europea. Las presidencias europeas ya no son lo que eran. Tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, la UE tiene presidentes estables en sus instituciones principales, desde el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, hasta el Presidente del Consejo de Asuntos Exteriores y jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. Estos puestos se crearon precisamente para dotar a la UE de mayor continuidad en las iniciativas y prioridades que el que posibilitaban las presidencias rotatorias semestrales. Por tanto, el perfil político de las presidencias ha disminuido, sobre todo en el ámbito de los jefes de estado o gobierno y de los ministros de asuntos exteriores. Pero en muchas otras formaciones del Consejo de la UE, desde agricultura a economía y finanzas, pasando por justicia o energía, el papel de la presidencia puede ayudar a impulsar prioridades nacionales, gracias a la capacidad de decisión de la presidencia a la hora de establecer el orden del día de las reuniones.

España tiene esperanzas puestas en su semestre europeo, más allá del impacto que pueda tener la convocatoria electoral del 23 de julio. Será la última presidencia completa antes de que la belga, que tomará el relevo en enero de 2024, se convierta en la antesala de las elecciones europeas de principios de junio. España deberá acelerar los trámites de muchas iniciativas y procedimientos legislativos que deberían cerrarse antes de la finalización del ciclo político actual, por lo que el trabajo de la presidencia será eminentemente técnico y quedará al margen de los resultados de las elecciones generales. Entre las prioridades, destacan la agenda de la autonomía estratégica abierta, el Pacto de Migración y Asilo o la reforma de las reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, suspendidas hasta 2024 y que deben ser reactivadas o reformadas antes de esta fecha.

El debate sobre estas reglas es hoy muy distinto que tras la crisis financiera y del euro. Entonces, la respuesta de la UE se basó en políticas restrictivas del gasto público y del déficit, mientras que la pandemia y la guerra de Ucrania han visto cómo se han reforzado los mecanismos y fondos comunes de gestión de crisis, desde el Next Generation EU hasta el apoyo y futura reconstrucción de Ucrania. Las prioridades europeas necesariamente pasan por una mayor dotación de recursos comunes en las transiciones verdes y digital, el refuerzo de la defensa europea o el proceso de ampliación de la UE hacia Ucrania, que necesitará un nivel de fondos europeos mayor que el de las anteriores ampliaciones. Por tanto, durante la presidencia española se fraguarán las discusiones entre aquellos que quisieran volver a unas reglas suspendidas y a una política restrictiva del gasto, y aquellos que defenderán que una Europa geopolítica y capaz de medirse con el resto de potencias internacionales requiere unos niveles de gasto común muy superiores que los actuales, e insuficientes, presupuestos de la UE.

Restablecer puentes con América Latina. Además de Ucrania, el gran asunto de la agenda internacional de la presidencia española serán las relaciones birregionales entre la UE y América Latina. La Cumbre UE-CELAC (Comunidad de Estados de América Latina y Caribe) se celebrará los días 18 y 19 de julio en Bruselas, tras un parón en las relaciones birregionales de más de 8 años (la última cumbre se celebró en junio de 2015). Desde Bruselas se insiste en considerar América Latina un socio natural -el continente más “eurocompatible”, es decir el más parecido a Europa fuera de Europa. Desde América Latina, no obstante, se recuerda que el avance de la relación birregional debe ir de la mano de una mayor igualdad entre los socios. Los vaivenes de la relación entre la UE y América Latina han tenido en el fracaso de los acuerdos comerciales UE-Mercosur uno de los ejemplos más paradigmáticos, pero la relación entre ambos bloques es hoy mucho más compleja de lo que era en 1999, cuando se inauguró la asociación estratégica.

China es hoy el principal socio comercial de buena parte de los países de América Latina. Los mandatarios latinoamericanos insisten en la necesidad de que Europa haga un “mea culpa” del colonialismo y la esclavitud y exigen “reparaciones y compensaciones para tratar de curar nuestra memoria colectiva”. Las negociaciones sobre el borrador de la declaración final se han caracterizado por fuertes divergencias sobre la guerra de Ucrania: la UE insiste que el texto debe incorporar una condena a Rusia y América Latina prefiere hablar de una “solución diplomática” y el avance de la paz “regional e internacional”. Esta cuestión amenaza con hacer descarrilar la declaración final, lo que sin duda sería percibido como un paso atrás en la relación birregional. A falta de avances concretos, la presidencia española quisiera que la foto de familia y el texto de la declaración final permitan reequilibrar una relación que no pasa por sus mejores momentos, pese a la necesaria cercanía entre ambas regiones.

La otra cumbre: la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). Los principales mandatarios de este foro intergubernamental impulsado por China y que cuenta con nueve Estados miembros (China, India, Kazajstán, Kirguistán, Rusia, Pakistán, Tayikistán y Uzbekistán e Irán, recién ingresado), tres Estados observadores (Afganistán, Bielorrusia y Mongolia) y nueve “Asociados” (Arabia Saudí, Armenia, Azerbaiyán, Catar, Egipto, Camboya, Nepal, Sri Lanka y Turquía) se reunieron virtualmente el 4 de julio con un principal punto en la agenda: reforzar un orden mundial alternativo al predominado por occidente y Estados Unidos. En la cumbre tuvo lugar la primera aparición de Putin tras el motín de Prigozhin, y se esforzó por mostrar normalidad y declarar que el pueblo ruso “está más unido que nunca”.

El papel de la India en este foro es especialmente interesante, al actuar como país bisagra que mantiene una relación privilegiada con Estados Unidos (por su interés compartido en contrarrestar el auge de China) y con el “sur global” y Rusia en particular, a quien ha comprado buena parte de los hidrocarburos objeto de sanciones occidentales, a quien suministra la mayoría de sus capacidades militares y que sigue sin pronunciarse en contra de la invasión. Más allá de su interés compartido en fomentar un orden internacional alternativo, las posiciones de los socios de la OCS muestran que la principal característica de la geopolítica actual estriba en la complejidad y fluidez de las relaciones entre estados.

Pol Morillas

10 de julio de 2023

Con la colaboración de CIDOB