Las claves geopolíticas del mes. Febrero 2023

El Cercle d’Economia, juntamente con el CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs), os ofrece cada mes un breve análisis de la situación geopolítica global

Pol Morillas, director del CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs) y miembro de la Junta Directiva del Cercle d'Economia

Catástrofes humanas y naturales

Las claves geopolíticas del mes - febrero 2023 vf

Per Pol Morillas

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La guerra de Ucrania se cronifica. El apoyo militar a Ucrania por parte de Occidente sigue el mismo patrón desde los inicios de la guerra: declaraciones políticas sin ambigüedades favorables a la victoria de Ucrania, estrategia de apoyo bélico incremental y sostenido, y cautela por la posible reacción rusa ante lo que el Kremlin pueda considerar una implicación directa de Occidente en el conflicto. Como consecuencia de esta estrategia, y dado el equilibrio de fuerzas en el campo de batalla, el dilema tras un año de guerra sigue siendo el mismo: hasta qué punto están dispuestos los Occidentales a dar el armamento ofensivo para que Ucrania venza, y qué riesgo de escalada supone esto frente a las amenazas rusas.

Hasta el momento, esta situación ha derivado en un equilibrio de fuerzas entre Rusia y Ucrania, a la espera de que las movilizaciones adicionales de soldados rusos sean operativas y de la contraofensiva que se espera entre marzo y abril de este año, con la mejoría de las condiciones meteorológicas. Zelensky insiste que, si los Occidentales no entregan el material ofensivo requerido, esto equivale a reducir las posibilidades de victoria de Ucrania y a llegar siempre unos meses tarde para contrarrestar los avances rusos. Tras el compromiso de envío de los tanques alemanes Leopard 2, los británicos Challenger 2 y los americanos Abrams M1, Zelensky presiona ahora para el envío de aviones de combate F16. La línea para los Occidentales sigue siendo rosa y no roja, es decir, no descartan el envío de aviones de combate en el futuro. Pero los aliados son también conscientes de que los F16 tienen una capacidad destructiva muy alta y que podrían ser utilizados para ataques ucranianos en territorio ruso, lo que inevitablemente sería considerado por el Kremlin como una involucración directa de Occidente en el conflicto y, por tanto, aumentaría el riesgo de escalada y de internacionalización de la guerra. Sobre el terreno, parece que el armamento más determinante en este momento son mísiles de largo alcance que permitan a Ucrania alejar sus líneas de defensa de la ofensiva rusa. Las previsiones de recrudecimiento del conflicto en primavera hacen temer una nueva catástrofe en vidas humanas y destrucción de infraestructuras.  

¿Dónde están “los otros rusos”? La pregunta se responde rápidamente: muchos, oprimidos en casa, otros, en el exilio. A medida que Putin moviliza recursos adicionales para la guerra en forma de nuevas movilizaciones, que las medidas restrictivas y sanciones impuestas por Occidente hacen mella en la economía rusa, y que el debate público sobre lo que ha dejado de ser una “operación militar especial” aumentan, la guerra se acerca a las casas de la población rusa. Pero, aun así, sorprende el escaso grado de oposición a la guerra por parte de “los otros rusos”, aquellos que critican la estrategia del Kremlin y dudan de la conveniencia de una guerra de agresión que se cronifica.

Para estas voces críticas, el bajo grado de oposición a Putin en la sociedad rusa es incomprensible, y aleja las posibilidades de protestas y desestabilización del régimen, necesidad última para un cambio en la mentalidad imperial del Kremlin. Muchos de los críticos, en Ucrania, en el exilio o en el interior de Rusia ven cómo Putin ha conseguido inculcar el miedo en la población, que según las pocas encuestas disponibles sigue mostrando un alto grado de apoyo a la guerra (véase esta encuesta del centro Levada, que cifra alrededor del 75% el grado de apoyo a las acciones del ejército ruso en Ucrania). Esta situación sorprende más si se toma en consideración que, a diferencia de otras dictaduras férreas como la de Belarús, en Rusia todavía se pueden consultar fuentes de información contrarias a la ofensiva o recabar imágenes en Youtube y redes sociales de aquello que no se emite en los medios de comunicación controlados por el Kremlin.

Estos debates estuvieron muy presentes en un encuentro coorganizado por CIDOB en Madrid a instancias del Ministerio de Asuntos Exteriores, que permitió a la organización Memorial, Premio Nobel de la Paz en 2022, reunirse fuera de Rusia por primera vez desde la ofensiva. Para estos “otros rusos”, la victoria de Ucrania es la mejor manera que tiene Occidente para promover el cambio en Rusia, mientras que los críticos con la organización reclaman un posicionamiento más claro de oposición al Kremlin.

Ucrania en la UE. Tras la acogida de Zelensky en Washington, su recorrido por Europa le ha llevado al Reino Unido, Francia y Bruselas, donde ha recibido mensajes reiterados de apoyo y donde ha instado a los europeos a perseverar en el envío de armamento y apoyo político y económico a su país. Ante el Parlamento Europeo, Zelensky reclamó el futuro europeo de Ucrania, después de que la UE le abriera las puertas en junio de 2022 y le otorgara el estatus de candidato a la adhesión. Entre bastidores, no obstante, muchos líderes dudan que esta adhesión pueda realizarse en el corto margen que todos parecen expresar en público. Francia, por ejemplo, lleva tiempo insistiendo que, antes de cualquier nueva adhesión, debe procederse a una profunda revisión del diseño institucional de la UE. Los países ya candidatos reclaman que se siga una lógica de “first come first served”, y que la celeridad hacia Ucrania no reduzca las posibilidades de los que llevan tiempo reformando sus sistemas políticos, económicos y legales para adaptarse a los requerimientos de la adhesión. Esquemas novedosos de cooperación como la Comunidad Política Europea siguen sin una hoja de ruta clara. Zelensky, en cambio, consciente de que la ayuda de la UE sólo puede ser política y económica (no militar, que depende de los estados miembros), reclama que las negociaciones para la adhesión empiecen en 2023.

Antes de que los estados miembros accedan a ello, la Comisión Europea debe emitir su informe sobre la capacidad de Ucrania de adaptarse a los requerimientos comunitarios, y parece que, en todos los aspectos, estos están lejos de materializarse: el sistema político ucraniano sigue sujeto a dinámicas de corrupción, su estado de derecho es débil, su capacidad de adaptación al acervo comunitario también y su desarrollo económico está muy por debajo de la de cualquier estado de la UE. Su gran capacidad agrícola pondría en aprietos el funcionamiento de la Política Agrícola Común, lo que hace prever su necesaria reforma antes de cualquier avance en la adhesión de Ucrania. La reforma de la PAC no estaría exenta de polémica en países como Francia, ya reacia de entrada a futuras ampliaciones.

Otro de los países a los que la UE dio condición de candidato tras la guerra, Moldavia, ha visto como su gobierno pro-europeo dimitía tras meses de inestabilidad interna por el alza de los precios de la energía, la convocatoria de manifestaciones lideradas por la oposición pro-rusa y por los esfuerzos de desestabilización del país desde Transnistria, territorio controlado por separatistas pro-rusos.

La política del terremoto. Las víctimas del terremoto en Turquía y Siria siguen aumentando y superan ya los 30.000 muertos. La tragedia se multiplica en una zona de alta actividad sísmica pero también con un bajo nivel de desarrollo socioeconómico, con construcciones muy poco preparadas para aguantar terremotos de la magnitud del que se produjo la noche del 5 de febrero. En Turquía, aumentan las críticas al gobierno de Erdogan, tras años de deriva autoritaria, por su dificultad para dar abasto con las tareas de rescate y ayuda a los afectados. Faltan medicinas y equipos de emergencia y la oposición critica a Erdogan por su mala gestión de la tragedia y por las prácticas de corrupción en el sector de la construcción, con la vista puesta en unas elecciones generales que, si no se retrasan por el terremoto, deben celebrarse el próximo 18 de junio.  Seis formaciones opositoras han creado una alianza política, esperando capitalizar el descontento generalizado de la población por la crítica situación económica del país, donde la inflación y la depreciación de la lira turca han alcanzado niveles históricos. 

En Siria, esta tragedia se suma a los 12 años de conflicto interno y la dictadura de Bashar Al Assad. Uno de los epicentros de la primavera árabe ha visto cómo las protestas por el derrocamiento del régimen resultaban en una dramática guerra civil y en un posterior endurecimiento de la dictadura de Al Assad, incluso tras la incumplida promesa de intervención de Estados Unidos en caso de que se franqueara la línea roja del uso de armas químicas contra la población civil. Hoy, el mundo convive con el brutal régimen de Al Assad, que cuenta con Rusia como su mayor valedor. 12 años de guerra han dejado un país desestructurado y con parte del territorio bajo el control de milicias y grupos armados. Esto ha dificultado enormemente el envío de ayuda humanitaria tras el terremoto. Al Assad ha impedido que ésta llegara a zonas afectadas como Idlib, donde no hay un interlocutor claro con el que negociar el paso de convoyes humanitarios. El régimen de Al Assad y la destrucción del país han sido los principales responsables de que la ayuda no haya llegado a las regiones afectadas por el terremoto, y no el régimen de sanciones impuesto por la UE, que ha utilizado el Mecanismo de Emergencia para vehicular su asistencia.

El estado de los Estados Unidos. Biden pronunció el 7 de febrero su discurso anual sobre el estado de la Unión. Muchos esperaban otra señal de inconsistencias o errores en sus comparecencias públicas, pero quizá este haya sido el discurso más enérgico y locuaz que ha pronunciado Biden durante su presidencia. En él presentó una receta basada en el refuerzo de los programas sociales, una política económica proteccionista y de apoyo a la política industrial -siguiendo la lógica de la Inflation Reduction Act- y unos pocos apuntes de política exterior, donde la confrontación con China sigue siendo la principal preocupación estratégica. Poco antes de su discurso, Biden mostró su determinación ante China derribando el globo espía chino que sobrevoló el territorio americano (otros están siendo identificados). Una acción que algunos interpretan como la necesidad de mostrarse fuerte ante un Congreso dominado por los Republicanos y para contrarrestar las duras críticas a su política de distensión con Xi Jinping tras el encuentro bilateral en Indonesia.

Más que tratar de convencer a los Republicanos centristas, Biden se esforzó para presentarse como un líder capaz de enfrentarse con garantías a los dos años de mandato que tiene por delante. Fue también un discurso que da a entender su voluntad de presentarse a la reelección, a falta del anuncio oficial, tenga o no a Trump como rival. El reto de su segunda candidatura, además de ser en caso de victoria el presidente de mayor edad en ejercicio (82 años y 86 al finalizar su mandato), es encontrar un reemplazo de Kamala Harris, que sigue brillando por su ausencia. La popularidad del presidente parece estancada alrededor del 45%, una cifra no tan baja en comparación con otros presidentes en el ecuador de su mandato. Su mejor baza sigue siendo su personalidad “tranquila y simpática”.

Pol Morillas

12 de febrero de 2023

Con la colaboración del CIDOB