Nota de Opinión. Barcelona y Cataluña: un modelo compartido de prosperidad es necesario y urgente

Nota de Opinión

Octubre 2021

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Necesitamos un modelo de prosperidad compartido, consensuado y que llegue a todos

El Cercle d’Economia quiere denunciar que hoy ni Barcelona ni Cataluña disponen de un modelo de prosperidad compartido y que cuente con la complicidad de todos los agentes. Por lo tanto, nuestra capital y nuestro país están arriesgando el futuro de todos: podemos quedar atrapados en una espiral de irrelevancia económica, de lenta pero inexorable decadencia.

Vivimos en un mundo muy competitivo. Nadie regala nada. Las sociedades despistadas pierden oportunidades que son muy difíciles de recuperar y, como en la hipótesis de la Reina de Corazones en Alicia, se tiene que correr mucho solo para permanecer en el mismo lugar y el doble de rápido para llegar a otro. Ya hemos perdido muchas oportunidades en esta década. Lo venimos denunciando desde hace años y lo volvemos a hacer ahora.

En julio de 2020 reclamamos que Cataluña se centrara en la recuperación social y económica. Finalmente, con mucho retraso, se formó gobierno. Y el Cercle le dio la bienvenida con esperanza. Felicitamos a Pere Aragonès en nuestra reunión anual, de junio de este año, en Barcelona, y fuimos la primera institución civil económica de Cataluña en manifestar públicamente nuestro apoyo a los indultos. Y lo hicimos porque creíamos, y lo continuamos creyendo, que eran parte de la solución, puesto que la estabilidad política es imprescindible para la estabilidad económica. En definitiva, era un primer paso para un modelo compartido de prosperidad y para generar la complicidad necesaria entre las administraciones y la sociedad civil. El Cercle también se ha manifestado reiteradamente en defensa de una financiación más justa para Cataluña y de una inversión efectiva en infraestructuras mucho más importante.

Hoy, unos meses más tarde, el Cercle, fiel a su centralidad y defensa del interés general, manifiesta su decepción con el gobierno de la Generalitat de Cataluña y con el Ayuntamiento de Barcelona. Creemos que ninguna de las dos instituciones más importantes del país tiene definido un modelo de prosperidad que pueda ser compartido por la gran mayoría de ciudadanos, sociedad civil y empresariado.

Tener un modelo de prosperidad permite a los ciudadanos confiar en tener un futuro con más y mejores puestos de trabajo, que haga el país más competitivo, más productivo y, en consecuencia, más próspero. Hablamos de modelos de desarrollo económico, condición necesaria para garantizar la anhelada prosperidad. No nos estamos refiriendo aquí, y no es el objeto de esta nota, a modelos de sociedad, que tienen que ser diferentes por definición para garantizar la alternancia política saludable en un sistema democrático.

De existir un modelo de desarrollo económico por parte de la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, a menudo es fuertemente ideológico, con falta de pragmatismo. Otras veces son modelos que generan confrontación,y, por lo tanto, difíciles de ejecutar en sociedades tan complejas y diversas como las nuestras. A menudo las actuaciones se diseñan sin contar con la iniciativa privada y la empresa, o directamente van en su contra. Son modelos que no entienden que sin inversión privada es imposible transformar una realidad, y son ambiciosos en los derechos, pero nunca hablan de obligaciones. Muy a menudo son tácticos, coyunturales, para obtener un voto favorable en unos presupuestos o para diferenciarse del adversario político. Son modelos de corto recorrido, para contentar a los extremos. No tienen en cuenta las consecuencias, a veces no deseadas, de decisiones económicas, y pueden generar efectos peores que el problema que bien intencionadamente se quiere solucionar. Demasiado a menudo la inacción prima a la acción. Y finalmente, enfrentan dos necesidades imperiosas y que nadie discute: por un lado, la necesidad de crecer; y, por otro, que el crecimiento sea responsable y eficiente en la protección del medio ambiente y contundente en la respuesta social porque nadie se quede atrás.

La historia económica nos ha enseñado que es gracias al crecimiento que el nivel de vida y el bienestar de los ciudadanos ha podido mejorar. Es cierto que algunos países no comparten equitativamente el crecimiento y que hace falta que sea inclusivo, como también es cierto que el crecimiento solo no lleva a más igualdad sin el acompañamiento de las instituciones adecuadas. El Cercle siempre se ha mostrado muy sensible a esta realidad. Pero la apología del decrecimiento es una irresponsabilidad que una economía europea abierta no se puede permitir. El decrecimiento no es creíble ni siquiera en el ámbito del cambio climático. En los países industrializados se está demostrando que se pueden compatibilizar el crecimiento económico y la disminución de emisiones. Científicos y economistas apuntan que la tecnología y la innovación serán parte de la solución al problema, y sin crecimiento y beneficios empresariales reinvertidos en investigación, no se podrá avanzar.

Esta falta de modelo no se debe a la falta de ideas. En la definición de lo que puede ser este modelo compartido de prosperidad existen aportaciones, ideas o proyectos generados tanto desde las administraciones como desde el tejido económico y social. Es casi unánime la apuesta por una economía de la innovación y el conocimiento, digital, abierta al mundo, emprendedora, favorable a una industria 4.0 y a la transformación energética. Por la Barcelona de los cinco millones y por la ambición cultural que señalan muchos estudios. El Cercle coincide plenamente en estos ejes estratégicos. El problema es que pocas políticas públicas van dirigidas a potenciarlos.

¿Cuál es la solución? ¿Cómo le damos la vuelta? ¿Cómo ganamos el futuro? ¿Cómo conseguimos un desarrollo económico que nos asegure esta prosperidad compartida? ¿Cómo hacemos que se instalen en Cataluña más talento y empresas generadoras de los puestos de trabajo de calidad que pueden hacer aumentar los niveles de productividad, los sueldos, el PIB per cápita y, en consecuencia, el bienestar general?


Necesitamos una buena política

La política ha de ayudar a centrar el debate de las ideas y a encontrar sus denominadores comunes. Como ya hacen nuestros vecinos europeos, hay que alejarse de los extremos que condicionan llegar a consensos de país. Lo evidencian varios casos.

El socialdemócrata Olaf Scholz y su partido, el SPD, han ganado las elecciones en Alemania. Todavía no sabemos quién formará parte de la coalición de gobierno, pero algo es seguro: la estabilidad está garantizada y el modelo alemán compartido de prosperidad continuará. Con matices, seguro, pero Alemania seguirá gobernada desde la centralidad, sin estar condicionada por los extremos minoritarios.

Es relevante pararnos un momento en la biografía del ganador, defensor de la Agenda 2010 del canciller Schröder, aquel plan de reformas adoptado en 2003 que sacudió el tablero político alemán: los socialdemócratas bajaron impuestos y reformaron el estado del bienestar. Fueron muy discutidas dentro del SPD, pero los analistas lo consideran la base de estos veinte años de prosperidad alemana. Eran políticas que Angela Merkel aprovechó y continuó, con Olaf Scholz primero como ministro de trabajo y en últimos años como ministro de finanzas y vicecanciller, sustituyendo nada más y nada menos que al guardián del tesoro alemán, el recordado Wolfang Schäuble.

El ejemplo alemán señala que el país tenía, y tiene, un modelo de prosperidad compartido, un modelo pragmático, posibilista, que busca el consenso y resolver los problemas. Un modelo productivo basado en la defensa de la competitividad de su industria exportadora. Todo el modelo fiscal, financiero, laboral, regulatorio, educativo, va dirigido a defender este activo, con sus ventajas y sus retos. Hay voces que consideran que esta fijación ha garantizado veinte años de prosperidad, pero no ha preparado el país para los verdaderos retos del siglo XXI, como son, entre otros, la competencia con China, la digitalización, la robotización, la inteligencia artificial o la industria 4.0. Por ejemplo, Alemania está a años luz de los EE. UU. en aspectos como la innovación o la financiación del ecosistema de emprendimiento, y su industria continúa girando en parte sobre el automóvil de combustión. Son retos mayúsculos, sin duda, pero que el país afronta con un nivel de paro muy bajo, con el déficit y la deuda controlados, con una fuerza de trabajo muy cualificada y con un entorno social y político que prima el consenso.

Tienen retos ante los cuales el crecimiento no se para. Por ejemplo, han autorizado cerca de Berlín una planta de Tesla de 600.000 m². El proyecto ha sido controvertido por sus efectos sobre el medio ambiente, con denuncias de grupos ecologistas y la paralización temporal por parte de los tribunales administrativos. La polémica se centró en la tala de 97 hectáreas de pinos en Grunheide, sede de la fábrica. Finalmente, el alto tribunal administrativo de Berlín-Brandeburgo autorizó el proyecto sin oposición ciudadana ni civil relevante. Todo el mundo es consciente de que la fábrica de Tesla, que generará 12.000 puestos de trabajo en una zona deprimida de la desaparecida Alemania del Este, forma parte de esta prosperidad compartida. Y es que, en relación con el cambio climático, el SPD manifiesta que las aparentes contradicciones entre la economía y el clima se tienen que combinar con responsabilidad social en vez de enfrentarlas.

Cambiando de país, lo mismo pasó en Holanda cuando se autorizó la ampliación del puerto de Róterdam, el proyecto Maasvlakte II. Se ganó superficie al mar para dar cabida a más instalaciones y terminales y se construyó un nuevo dique de abrigo de 3,5 km. En total, el puerto aumentó su capacidad en 2.000 hectáreas, un 20 %. Se invirtieron 11.000 millones de euros y fue necesaria la aprobación de Europa, dado que afectaba a áreas de la red Natura 2.000. El proyecto, como en Alemania, se llevó a cabo porque estaba en línea con el modelo de prosperidad compartida arraigado en la zona de Róterdam.

Un tercer ejemplo es París, con una alcaldesa socialista, con buen apoyo electoral y hoy candidata a la presidencia de Francia. París también tiene claro su modelo: ciudad abierta al visitante (de hecho continúa abriendo hoteles), será la sede de los JJ. OO. de 2024 y está preparando la red de metro más ambiciosa de Europa. París, después de momentos difíciles a raíz de los disturbios de los «chalecos amarillos», los atentados y la pandemia, ha recuperado su vitalidad. La prosperidad compartida pasa por ser una ciudad abierta al mundo, con una apuesta decidida por la cultura, el turismo de alto nivel y la comunidad emprendedora, todo rodeado de infraestructuras extraordinarias. En la capital francesa nadie habla de decrecimiento. Dentro de este marco de crecimiento sostenible, la alcaldesa Hidalgo propicia la transformación de la ciudad reduciendo el tráfico: una ciudad más amable, verde y policéntrica, la ciudad de los quince minutos.

Portugal y la ciudad de Milán son otros ejemplos de colaboración publicoprivada, de complicidad entre administraciones gobernadas por el centroizquierda y la sociedad civil para lograr un modelo de prosperidad donde la productividad, el crecimiento económico y la sostenibilidad vayan de la mano.

Defendemos que el interés general prime sobre los intereses particulares, vengan de donde vengan. Por supuesto, a veces vienen del mundo empresarial, y en este sentido el Cercle también se ha posicionado en contra del llamado capitalismo extractivo y a favor de un capitalismo consciente centrado en la creación de valor social. Pero también provienen a menudo de intereses corporativos particulares, contrarios a la nueva competencia, por ejemplo digital, o del mero tactismo político fruto del interés electoral.


Sectores estratégicos. Ejemplos prácticos

Llegados a este punto, queremos mencionar cinco sectores estratégicos en los que vemos que hay un amplio consenso. No son los únicos. Esta nota de opinión no es, ni quiere ser, un estudio estratégico sectorial, pero sí nos puede servir para identificar sectores en qué tanto el Ayuntamiento de Barcelona como la Generalitat de Cataluña coinciden en la necesidad de potenciar; por lo tanto, podrían ser la génesis de esta anhelada prosperidad compartida. Y, a la vez, mostrar, con ejemplos prácticos, como los planes estratégicos no llegan a buen puerto no por carencia de ideas, diagnosis ni buena prospectiva, sino por miedo a asumir los riesgos políticos de las políticas necesarias para llevarlos a cabo. Por miedo, precisamente, a enfrentarse a intereses particulares.

  1. Rediseño del modelo turístico

El turismo es capital para las economías occidentales y las ciudades globales. Ninguna ciudad relevante puede sobrevivir sin un sector que aporta por lo menos un 10 % del PIB y que ayuda a mantener equipamientos culturales y da vitalidad al centro de las ciudades. Es evidente, también, que el turismo genera externalidades negativas y que las administraciones tienen que intentar evitar el riesgo de monocultivo.

Pero la solución no pasa por limitar, prohibir o evitar el turismo, sino primero por ampliar y reforzar otros sectores para rebajar el porcentaje del PIB turístico sobre el total, y sobre todo, en segundo lugar, por apostar por la calidad en lugar de la cantidad. Y la calidad de la demanda se consigue aumentando la calidad de la oferta. No se puede pretender, por ejemplo, aumentar el nivel del visitante sin renovar constantemente la planta hotelera. Por lo tanto, decisiones municipales como las famosas trabas a los hoteles de lujo o algunos aspectos del PEUAT van en contra de la propia estrategia perseguida por la ciudad.

Y también sube el nivel cualitativo de la demanda cuidando el «soft power» tan barcelonés, nuestra calidad de vida. Una inseguridad ciudadana creciente, una reforma urbanística sin suficiente debate sobre su modelo y estéticamente discutible, un deterioro alarmante del espacio público (espacios sucios, degradados y deteriorados) así como actos vandálicos recurrentes, difícilmente pueden atraer comportamientos cívicos y un visitante de más calidad. Nuestros propios actos están generando una estigmatización negativa de Barcelona.

Y, por último, el aeropuerto. El Cercle ya se ha manifestado decididamente a favor de tener un aeropuerto que permita ampliar los vuelos directos intercontinentales. La conexión directa de Barcelona al mundo es esencial, no solo para atraer un turismo de más calidad, sino especialmente para abrir grandes oportunidades de dinamizar nuestro tejido económico, empresarial y emprendedor. A partir de aquí, si este objetivo es compartido, es responsabilidad de todas las administraciones trabajar para que la ampliación del aeropuerto sea una realidad. El no hacerlo es de nuevo una irresponsabilidad, especialmente cuando la financiación está garantizada. Pedimos, por lo tanto, a las tres administraciones que vuelvan urgentemente a la mesa de diálogo sobre esta infraestructura básica, quizás una de las más importantes para la competitividad del país, y que lleguen a un acuerdo. Las últimas noticias sobre planteamientos alternativos son esperanzadoras y nos alegramos de que el pragmatismo gane terreno. Hay un consenso absolutamente mayoritario a favor de una ampliación que minimice el impacto medioambiental. Por lo tanto, la obligación de las administraciones, que están al servicio de los ciudadanos del país, es hacerla posible

2. Apuesta por la digitalización, la investigación y la innovación científica y tecnológica

No hay escrito, estudio prospectivo o discurso del Ayuntamiento de Barcelona o de la Generalitat de Cataluña que no sitúe estos sectores como los vectores principales del cambio. Estamos de acuerdo.

Hay varias maneras de hacer frente a este reto, pero de nuevo se necesita valentía política y presupuesto. Hace falta la mejora de la fiscalidad, la continuación del impulso a los parques de investigación e innovación científica y tecnológica que inició el consejero Mas-Colell, la apertura como sociedad a nuevos jugadores digitales y la transferencia ciencia-universidad a empresa. Las recientes noticias sobre la ampliación del sincrotrón Alba y el Supercomputador son muy bienvenidas y van en la buena dirección.

Pero si una palabra define como impulsar estos sectores es talento. Necesitamos talento. Competimos por el talento, por los buenos investigadores, científicos, médicos, académicos, empresarios, emprendedores. En este sentido, por ejemplo, venimos denunciando desde hace meses que la fiscalidad no es competitiva para atraer talento internacional y retener el propio. La caricatura fácil es decir que pedimos un paraíso fiscal defendiendo los intereses particulares de un determinado sector. Nada más lejos de la realidad. De nuevo, son medidas encaminadas a conseguir los objetivos estratégicos. Sin una fiscalidad competitiva e inteligente, Cataluña nunca será un líder en sectores punteros y nos arriesgamos a ser tajantes en este sentido.

Cataluña puede seguir el ejemplo de Portugal, un país gobernado por la izquierda que ha convertido la atracción de talento en una prioridad, un país que ha hecho suyo el lema de «país emprendedor», abierto a la empresa, la innovación, la inversión y el talento. Desde hace unos años Lisboa es un competidor muy serio para Barcelona, como también lo es Milán. Son ejemplos de políticas públicas que favorecen o perjudican la apuesta por convertirse en un país puntero en los sectores que precisamente las administraciones han identificado como prioritarios.

3. Green Deal y transición hacia un nuevo modelo energético

Otro consenso general: que las emisiones limpias sean cero en 2050. El Cercle ya elaboró un informe al respeto y alertó que la transición no será nada fácil ni barata. Ya lo estamos viendo estos días con el precio de la electricidad y las tensiones geopolíticas sobre el gas. Una vez más, faltan consensos y sobra demagogia. Hoy el 50 % de nuestra electricidad proviene de la energía nuclear, y la gran industria necesita energía renovable cerca de las fábricas. Pero, de nuevo, no queremos afrontar la realidad, y vamos posponiendo la solución con moratorias y pensamos ingenuamente que solo con el autoconsumo daremos servicio a todas las necesidades energéticas del país. Si no tomamos soluciones con carácter inmediato, en veinte años Cataluña necesitará importar mucha energía del resto de España y de Francia. Este puede ser el modelo que se busca, pero entonces se tiene que explicar claramente a la población y no hablar de conceptos como el de «soberanía energética». Además, podríamos perder una gran oportunidad de posicionamiento en un sector innovador y que entra en los ejes estratégicos antes citados. De hecho, ya está pasando: Cataluña y Barcelona no son hubs de conocimiento, innovación y talento en el sector de las renovables.

4. Ciencias de la vida, salud y biomedicina como sectores estratégicos

Una vez más, también existe consenso sobre la necesidad de apostar de manera decidida por el sector de la salud y las ciencias de la vida. El Cercle también se manifestó hace meses sobre su importancia como sector estratégico, con una gran capacidad de atraer talento y en el que Cataluña parte de una buena posición competitiva. Pero las cosas están cambiando muy rápidamente, la competencia para atraer talento crece y las necesidades de la población requieren replantear algunas de las piezas clave de nuestro modelo, como una mayor integración entre el sector sanitario y el social en un entorno en el que las enfermedades crónicas y la dependencia siguen aumentando. También hay que pensar bien inversiones estratégicas. De nuevo, encontramos falta de coherencia entre palabras y hechos. La ampliación del Hospital Clínic lleva diez años encallada. ¿Cómo es posible que ni la covid-19 ni los fondos europeos la hayan hecho desencallar? ¿No hubiera sido más coherente con la estrategia de ciudad haber dedicado el solar de la Modelo a la construcción del Clínic del siglo XXI?

5. Impulso a la industria

Por último, otro consenso. Cataluña ha sido una sociedad industrial. Las dos administraciones son conscientes de ello y están a favor de recuperar el PIB industrial. En este sentido nos tenemos que felicitar por el buen trabajo hecho en la mesa de la reindustrialización de Nissan. Un gran ejemplo de colaboración publicoprivada, en que la propia empresa, los sindicatos y las administraciones, ayudados por consultores privados, han trabajado en aras de un modelo de prosperidad compartido.

Pedimos el mismo consenso en la defensa de todo nuestro tejido industrial, y también una estrategia de país. No serían ejemplos a repetir el menospreciar a la industria del automóvil o ausentarse, por motivos estrictamente políticos, no de estrategia de país, cuando nos visita el presidente de Volkswagen, matriz de nuestra principal empresa industrial.

Finalmente, un país industrial tiene que tener una política energética clara a favor de la industria, como la tiene el País Vasco, y apostar decididamente por la formación profesional dual siguiendo el modelo alemán.

Solo son cinco ejemplos, aunque hay más. Cinco ámbitos que tanto las administraciones como la sociedad civil consideran estratégicos de desarrollo económico para aumentar la productividad, la competitividad y la prosperidad compartida de nuestra economía y sociedad, y que a la vez son necesarios para conseguir una sociedad más prospera, cohesionada, justa e igualitaria.

Si es así, si existe el consenso sobre el modelo compartido de prosperidad que los barceloneses y los catalanes nos queremos dar, ¿por qué no se define un gran proyecto de país y uno de ciudad y los llevamos a la práctica? Cómo hemos visto, es más fácil diagnosticar un modelo que implementar las medidas necesarias que lo harían posible. Sabemos que en una sociedad compleja y madura toda acción política tiene partidarios y detractores. Entendemos que cualquier cambio y reforma supone potenciales perjudicados que a veces tienen que ser compensados adecuadamente, pero no pueden ser un obstáculo para al progreso general. No podemos estar de acuerdo en que el país se gobierne con una visión a corto plazo, táctica e ideológica, en lugar de una mirada a largo plazo, donde prevalezcan la visión estratégica, el pragmatismo y el interés general.


El Cercle pide un cambio de rumbo

Pedimos normalidad. Un país y una ciudad tienen que funcionar. Pedimos mucha más atención a la gestión diaria. La sociedad no se puede despertar cada día con una nueva crisis en su vida cotidiana. La primera responsabilidad de las administraciones es gestionar bien, que las cosas funcionen. Poco épico, poco romántico, pero reiteramos que es imprescindible y la primera obligación de un gobierno.

Pedimos ambición, la que Barcelona y Cataluña han tenido históricamente. Esta ambición requiere pensar estratégicamente y buscar consensos en la definición de nuestro modelo de prosperidad compartida.

Pedimos realismo. El modelo compartido de prosperidad tiene que suponer una estrategia (voluntad más capacidad) para estar presentes en los niveles donde se deciden los recursos que necesitamos. El futuro de Cataluña pide una política de estado, y, por lo tanto, volver a tener presencia e influencia catalana en España, el único Estado realmente existente que tenemos los catalanes.

Pedimos amplios consensos para poder implementar un modelo estratégico que nos permita lograr la prosperidad que buscamos. Por eso hace falta que Barcelona y Cataluña sean gobernadas desde la centralidad, que al fin y al cabo representa la mayoría de ciudadanos y que es donde se encuentran los consensos necesarios para llevar a cabo políticas ambiciosas. Cómo se hace en Alemania, pensamos que la visión a largo plazo de una ciudad y un país pasa por no gobernar buscando alianzas con los extremos.

Pedimos coraje político y sentido de país para ejecutar la estrategia, sin miedo a sus consecuencias políticas. La alternativa es el inmovilismo, el bloqueo permanente, que no tiene ningún coste político a corto plazo. Pero es una alternativa que no piensa en el interés general del país y que nos condena a la decadencia y la irrelevancia a medio y largo plazo.

En el Cercle somos profundamente optimistas sobre las oportunidades de Barcelona y Cataluña; es precisamente eso lo que ha motivado esta nota. Lo hemos dicho en anteriores notas, y lo reiteramos: tenemos las mejores herramientas para aprovechar las posibilidades que nos ofrece la nueva economía del siglo XXI. No somos pesimistas ni derrotistas, pero no somos autocomplacientes. Hoy en día la política barcelonesa y catalana no ayuda a hacer progresar el país en la búsqueda y ejecución de un desarrollo económico que nos acerque a esta prosperidad compartida, y que genere consensos y llegue a todo el mundo.