Más allá de las consecuencias económicas de la crisis provocada por la Covid-19, parece cada vez más claro que esta tendrá, también, derivadas de carácter político, social, cultural, educativo o científico que condicionarán nuestra manera de vivir y de entender un mundo, que, tal como lo habíamos conocido hasta ahora, se desvanece. Este puede ser un buen momento para repensar y priorizar aquellos aspectos vitales para el desarrollo sostenible y el progreso de nuestras sociedades.
El Cercle d’Economia continua la conversación con destacados actores de nuestro entorno para tratar de reflexionar y aportar ideas sobre lo que está pasando y cómo se van configurando, desde este momento, las opciones para construir el día siguiente.
Dos crisis
Andreu Mas-Colell, UPF, Barcelona GSE y BIST
La crisis de la Covid-19, dramática y llena de urgencias, ha desplazado la preocupación por el cambio climático. Sería extraño que no lo hubiera hecho. Pero como en situación de confinamiento algunos tenemos tiempo para pensar, me permitirán que especule sobre cómo se relacionan las dos crisis.
Una primera pregunta sería si las podríamos contemplar como manifestaciones de algo común. Si nos referimos a sus causas, no lo creo. Por más que se ha expresado la opinión de que ambas son consecuencia de una misma actitud de los humanos hacia la naturaleza, se trata, en mi opinión, de fenómenos que responden a dinámicas diferentes. El cambio climático, como la degradación del aire de las ciudades, es un mal estrictamente autoinfligido. En cambio, la Covid-19 no es, en su base, el resultado de ninguna acción humana. Es parte de la carrera evolutiva entre los virus (y las bacterias) y los sistemas inmunitarios de los humanos (y otros animales). Es una carrera que no hemos perdido, sino no estaríamos, pero que tampoco hemos ganado. Y que se ha manifestado en toda la trayectoria de la humanidad. El cambio climático es una consecuencia colateral -negativa y necesitada de corrección- del progreso humano, mientras que la Covid-19 nos dice que no hemos progresado bastante. Leemos en Tucídides -el confinamiento también da para hojear la Bernat Metge- sobre la plaga de Atenas del 430 aC: "los médicos, que no la conocían y la trataban por primera vez, no podían hacer nada, ellos mismos eran las primeras víctimas en tanto que eran los que más se acercaban a los enfermos". Les suena, ¿verdad?
Desde este contraste podríamos concluir, mirando ahora hacia el futuro, que la resolución de los dos grandes retos pasa por caminos también contrastados. Para el climático necesitaríamos ralentizar la economía, incluso -yendo al extremo- decrecer. La mejora de algunas variables medioambientales durante el confinamiento abonaría este punto de vista. Ahora bien, para avanzar contra las epidemias necesitaríamos potencia económica (bien gestionada, claro: más como en Corea del Sur o en Alemania que como en EE. UU. o en el RU).
Me apresuro a añadir que nos equivocaríamos con esta conclusión. En mi opinión, la resolución de los dos retos pasa por el mismo camino: el de la ciencia, y el conocimiento en general.
"Todo aquello que esté financiado por el sector público debería quedar bajo el dominio público. [...] Los fármacos claves no deberían ser fuente de beneficios de monopolio, ni para compañías ni para estados."
Con respecto a la pandemia lo estamos viendo ahora mismo. Es tan dura precisamente porque no disponemos de vacunas o antivirales probados. Es impresionante la actividad investigadora que se está desplegando en todo el mundo. La experiencia nos indica que los avances serán rápidos. Hay aquí, dicho sea de paso, un tema importante de propiedad intelectual que resumiré en dos principios. El primero es que todo lo que esté financiado por el sector público debería quedar bajo el dominio público. El segundo es que los fármacos claves no deberían ser fuente de beneficios de monopolio, ni para compañías ni para estados. Quien encuentre una vacuna ganará dinero. Es aceptable siempre que la oferta mundial del fármaco a precio de coste (incluido el coste de capital) no quede limitada.
En cuanto al cambio climático señalo que una política que pretenda llegar a un mundo sostenible congelando el crecimiento no es ella misma sostenible. Fracasará. Es cierto -lo hemos visto- que si paramos la máquina económica los efectos sobre las emisiones irán en la dirección adecuada. Y si la especie humana se extinguiera también. Pero ni este es el camino ni lo sería negar a los descendientes de los habitantes de la tierra el llegar, como mínimo, al nivel de vida que nosotros tenemos ahora (el término "nivel" se
refiere más a años de vida saludable que en la composición del consumo). El camino correcto es uno que ya está dibujado, pero que deberíamos seguir con mucha más fuerza: ganar en eficiencia de uso de energía, descarbonizar (la reducción de coste de la energía renovable es muy notable), adaptar, etc. Todo indica que si invertimos bastante -mucho más de lo que ahora hacemos- esto es posible. Un buen libro reciente sobre este tema es: J. Aldy y R. Zeckhauser, Three Prong for Prudente Climate Policy.
“Si paramos la máquina económica los efectos sobre las emisiones irán en la dirección adecuada. Y si la especie humana se extinguiera también.”
En los próximos años es muy previsible que el grueso de la investigación mundial responda, directa o indirectamente, a estos dos imperativos: la salud de la humanidad y la sostenibilidad del planeta. Los términos "salud planetaria" y "bienestar planetario" han sido sugeridos como expresión de un concepto inclusivo de las dos vertientes. Son acertados.