Juan Manuel Bonet, crítico y escritor, se sirve del libro Klänge, de Vassily Kandinsky, para, contextualizándolo, confeccionar un relato sobre los años fundamentales de la eclosión del arte moderno. Un relato en el que aparecen Mallarmé y Breton y los surrealistas, Viena y Berlín, Zúrich y Dadá, Apollinaire y Schönberg, Cendrars y Reverdy… Kandinsky crea la obra fundacional de la abstracción hacia el 1910 y, haciéndolo, abandona la figura para explorar el paisaje a partir del inconsciente, de la visión interior.
La pintura se basa, pues, en una reflexión espiritual. Y cómo demuestra con este libro de poemas y pinturas, es compatible con la escritura y es deudora de la música: de la misma manera que Schönberg crea la música atonal, él inventa la abstracción.
Así, en los poemas de Klänge, podemos encontrar referencias incesantes a la música (de ahí su título “Sonidos”), pero también a colores, onomatopeyas, caminantes, colinas, árboles, casas, tormentas, flores, nubes…, un compendio que tiene mucho en común con la poesía cubista al uso, con los poemas compuestos a la manera, casi, de bodegones. Kandinsky, junto con Klee, busca representar ‘los pequeños mundos’, con el convencimiento de que “en una una sola cuartilla, en una sola página de un libro, puede caber el mundo”.